OPINIÓN: La rebelión climática ya comenzó
Nota del editor: Juan Mayorga es periodista especializado en asuntos ambientales, principalmente cambio climático, transición energética y desarrollo urbano sustentable. Es maestro en Public Management y GeoGovernance por la Universidad de Potsdam, Alemania, colaborador de medios nacionales e internacionales. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autor.
(CNN) - Una multitud se encadena de las manos en la plaza del Parlamento de Londres. Otra bloquea los cinco puentes de mayor tránsito vehicular sobre el río Támesis. Una chica en sus veintes escribe “Frack You” con una lata en la entrada de una estación de tren. Otra se adhiere con pegamento a una puerta del Palacio de Buckingham, mientras otra más grafitea una consigna frente a la residencia de la reina Isabel. Todos cumplen con su objetivo: ser arrestados por la policía.
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Los arrestos intencionales -inspirados por protestas como las de las Sufraguistas o la revolución pacífica de Gandhi- son el corazón de Extinction Rebellion, un movimiento que está sacudiendo las calles del Reino Unido en ciudades como Londres, Manchester o Edimburgo y en países vecinos como Alemania o Suecia. La premisa es simple y contundente: expresar una manifestación de desobediencia civil masiva para exigir al gobierno británico que se ponga al día con la emergencia ambiental.
Casi un centenar de personas han sido voluntariamente arrestadas en lo que es retratado como un movimiento sin precedentes para el ambientalismo. “No habíamos visto un grupo así anteriormente. (El movimiento) cree que las marchas con pancartas han fallado, así que en vez de eso apunta a crear un caos”, comentó en noviembre el analista en jefe de asuntos ambientales de la BBC, Roger Harrabin.
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La demanda de acción climática de este movimiento se desglosa en tres puntos que traduzco literalmente:
1.- El gobierno debe decir la verdad acerca de la emergencia climática y ecológica en lo más amplio, revertir políticas inconsistentes y trabajar junto con los medios para comunicarse con la ciudadanía.
2.- El gobierno debe establecer políticas jurídicamente vinculantes para reducir a tasa cero las emisiones de carbono hacia 2025 y para reducir los niveles de consumo.
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3.- Una Asamblea Ciudadana nacional que evalúe los cambios, como parte de la creación de una democracia apropiada.
Las demandas y sus métodos parecen radicales pero, ¿qué tan radical se puede ser para demandar acciones ante un fenómeno que amenaza la existencia misma? ¿Qué es apropiado y qué no cuando lo que está en juego es la continuidad de la vida?
Por si le faltara autoridad moral, la Rebelión contra la Extinción fue respaldada por más de 100 académicos en una carta publicada por The Guardian. La rebelión se ha extendido a foros en medios de comunicación, encuentros en universidades y debate en redes sociales.
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El movimiento lanzado oficialmente el 31 de octubre cae como chispa sobre yesca, después de la publicación de un alud de reportes internacionales este año, que se resumen en el hecho de que enfrentamos una ventana de tiempo dolorosamente estrecha para cambiar nuestro destino.
El más contundente de estos reportes es el del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, publicado en octubre pasado, que exhorta al mundo a realizar “cambios rápidos, de largo alcance y sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad” para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero y detener el calentamiento global en 1.5 grados. En una línea, los 91 científicos convocados por Naciones Unidas nos dicen que no hay más tiempo para andarse con timideces.
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Los gobiernos se han tardado demasiado, apostando por cambios que no perturben la estabilidad de nuestros sistemas económicos, políticos y culturales. El calentamiento global ya está ocurriendo y los puntos de no retorno están a la vuelta de la esquina.
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Aunque hoy mismo detuviéramos todas las emisiones de gases de efecto invernadero, ya es demasiado lo que se ha acumulado en la atmósfera, de tal manera que el planeta experimentará cambios bruscos durante el próximo siglo.
En este contexto, la gente parece entender que el asunto es demasiado importante como para dejarlo a los especialistas y confiar que nuestros representantes y las grandes corporaciones hagan el trabajo. Como dice el ambientalista veterano George Monbiot, la respuesta insuficiente de los últimos 30 años nos hace pensar que solo la gente organizada puede traer la ambición y velocidad requerida.
Dada la influencia del Reino Unido en el mundo, la Rebelión contra la Extinción se antoja como una demanda contagiable a otros rincones del planeta. Podría ser el inicio de una rebelión ciudadana no solo contra los causantes del cambio climático, sino contra los timoratos que con sus placebos lo han permitido, poniendo en riesgo el futuro de todos.
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Sin embargo, la emergencia ambiental es tal que no necesita más detonadores, pues ya brilla en la agenda de las nuevas generaciones. En Alemania, la gente se organiza para cerrar plantas de carbón y crear cooperativas de energías renovables. En Estados Unidos, una joven Alexandria Ocasio-Cortez llega a la Cámara de Representantes con la propuesta de un Plan Marshall Verde. En Australia, miles de estudiantes faltaron a clases la semana pasada para exigirle a su gobierno mayor ambición contra el cambio climático.
A final de cuentas, se trata también de justicia transgeneracional. Aunque en la Rebelión contra la Extinción participen jóvenes y ancianos, se transpira un relevo: Los millennials arrebatan el control a los Baby Boomers y la Generación X, quienes por haber contribuido tanto a este problema parecen entender muy poco sobre la manera de sacarnos de él. Además, es el futuro de los jóvenes el que está en juego.
La rebelión, como toda transición de fondo, no será tersa ni sin dolor, pero ya ha comenzado.
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