OPINIÓN: La clase de CEOs que sí pueden ser buenos presidentes
Nota del editor: Hal Gregersen es director ejecutivo del Leadership Centre del Tecnológico de Massachusetts, catedrático sénior de Liderazgo e Innovación de la Escuela de Administración Sloan de la misma institución, y experto en administración de la lista mundial Thinkers50. Escribió el libro Questions Are the Answer: A Breakthrough Approach to Your Most Vexing Problems at Work and in Life. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) - Desde que Howard Schultz reveló que está pensando en postularse a la presidencia de Estados Unidos, muchas personas están haciéndose la pregunta de siempre: ¿Puede un director de una empresa ser buena opción para el cargo más importante de un país?
En realidad, esa no es la pregunta correcta porque pone en un solo montón a personas con trayectorias diferentes y habilidades diferentes. La categoría de "CEO/empresario" se divide en al menos tres tipos principales.
Primero están los CEO de empresas multinacionales (como Rex Tillerson y Carly Fiorina), producto de largas carreras con ascensos constantes en la jerarquía burocrática. Algunos de hecho presiden organizaciones cuyo valor económico, alcance comercial e injerencia diplomática sobrepasa a la de la mayoría de los países.
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Estas personas son animales políticos; aunque les frustre un poco la lentitud y la burocracia gubernamental, en realidad no es tan diferente a lo que han vivido en las organizaciones tradicionales. Suelen ser personajes hábiles, carismáticos y diplomáticos que llegan al éxito motivando a los demás, escogiendo a la gente más talentosa y delegando sabiamente.
En un segundo grupo, muy diferente, están los CEO emprendedores (como Ross Perot; la reciente candidata al Senado estadounidense, Linda McMahon; o, para los aficionados de los datos curiosos, el empresario ferroviario Peter Cooper, en 1876), que usualmente tienen ideas creativas en cuestiones de política, pero son menos capaces de construir coaliciones o de ocultar su desdén por la burocracia. Suelen ser poco diplomáticos e impredecibles.
Estas personas difícilmente se adaptan bien a cargos gubernamentales porque están acostumbrados a tener mucho poder en sus organizaciones; a final de cuentas, ellos las fundaron. No son aptos para el liderazgo gubernamental por la misma razón por la que no son aptos para situaciones corporativas.
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Finalmente, están los descendientes de familias empresarias que heredan su cargo y a quienes nunca se puede despedir. Es una categoría en la que podríamos poner a Steve Forbes, Donald Trump y George W. Bush. Está compuesta de comodines porque alguien puede llegar a este cargo tan alto sin tener las ventajas de los ejecutivos de las dos categorías anteriores. Por otro lado, su crianza les da la clase de facilidad de codearse con las élites que puede ser ventajosa para los miembros de las dinastías políticas.
Entonces, ¿a cuál pertenece Howard Schultz? Tiene el beneficio de ser un híbrido de las primeras dos: es un líder orientado a la innovación y al crecimiento que terminó presidiendo una multinacional compleja, con accionistas y una enorme fuerza laboral a los que tiene que inspirar. Puede representar exactamente la clase de empresario que podría ser un líder gubernamental efectivo.
Schultz también tiene la ventaja profunda del candidato presidencial de la modernidad: no tiene antecedentes electorales. Esto contribuyó a que Donald Trump ganara la candidatura, cosa que también pasó con Barack Obama, dada su breve carrera en el Senado y su propensión a perder votos. Ellos podían hablar en sentidos amplios y ambiguos y las diferentes facciones de su partido podían proyectar en ellos lo que querían creer porque no estaban sujetos a sus compromisos electorales previos.
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Esto se relaciona con otra ventaja potencial: su posicionamiento como centrista. El que las personas que pertenecen a un partido elijan a los candidatos ha creado una dinámica en la que los candidatos elegidos suelen ser quienes llaman más la atención de los extremos del partido respectivo. Schultz confesó que su plan es "postularse como centrista independiente, fuera del sistema bipartidista" implica, primero, que cree que los centristas no pueden ganar la candidatura de un partido en estos días y, segundo, que si lo nominaran, el candidato centrista tendría más probabilidades de ganar en las elecciones generales.
Todo esto, desde luego, no significa que Schultz tenga la más mínima oportunidad de llegar a la presidencia. Es un empresario que conoce muy bien las ventajas de la magnitud y los estándares operativos estrictos, así que debe estar bien consciente de que no puede competir como candidato de un tercer partido. Nadie gana sin el respaldo de la maquinaria de un partido. Entonces, probablemente deberíamos asumir que como es un pensador creativo y estratégico, está consciente de que no puede ganar la presidencia y por lo tanto, está valorando la posibilidad de hacer oír su mensaje o de usar la influencia política que adquiriría quitándoles votos a los partidos.
Lo que hay que enfatizar es que no deberíamos usar la presidencia de Trump para sacar conclusiones sobre si es conveniente elegir un "presidente CEO". En una era en la que los "empleados del conocimiento" son sumamente móviles, la tendencia es que las corporaciones se vuelvan más transparentes, más democráticas y más comprometidas socialmente. Estas organizaciones en expansión exigen líderes que puedan atraer, inspirar y empoderar a grandes grupos de trabajadores, nada que ver con los autócratas controladores del pasado.
Los ejecutivos efectivos necesitan las habilidades básicas para el liderazgo político. Tal vez Schultz no llegue lejos como candidato, pero no será el último ejecutivo que lo intente.
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