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Sin etiquetas, sin odio

En este ir y venir de opiniones acerca de la comunidad LGBT+ el problema radica precisamente en eso, opinar cuando no se forma parte de ésta, señala Jorge Guevara.
jue 27 junio 2019 12:10 PM

(Expansión) – A unos días de que concluya este mes de junio no puedo sino detenerme a formular un par de reflexiones acerca de lo que este tiempo ha representado para la comunidad LGBT+.

A 50 años de la noche de Stonewall, aquella que se considera como detonante de los derechos gay, es claro que hemos avanzado, pero en realidad no tanto. En el marco de la celebración de aquel 28 de junio de 1969, el mundo se vio envuelto en una ola especial de visibilidad de voces a favor, pero lamentablemente también de otras en contra.

Por ejemplo, la revista Expansión publicó por vez primera en la historia de nuestro país una lista de 42 (41+1) ejecutivos fuera del clóset , de la cual tuve el privilegio de formar parte. Algunos de los que fuimos incluidos también fuimos cuestionados: que si sólo buscamos exhibirnos o que por qué tenía que existir una lista especial para nosotros en lugar de competir en las de empresarios y ejecutivos generales.

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Hasta supe de casos de empresas con políticas de diversidad bien conocidas que no dejaron participar a sus ejecutivos. Yo mismo recibí múltiples correos anónimos de odio y con insultos desde la publicación, los cuales se fueron directamente al junk gracias a la tecnología.

¿Me atrevería a volver a aparecer en una lista similar?, alguien me preguntó. La respuesta es sí, y no una vez, sino las que sean necesarias. ¿Por qué? Justamente porque el odio hacia la diversidad sexual está lejos de terminar, y peor aún, nos viene dando preocupantes señales de retroceso.

En la Ciudad de México y en el mundo han surgido manifestaciones abiertamente en contra, queriendo posicionar un supuesto “orgullo heterosexual” (como si alguna vez alguien haya sido discriminado, excluido o asesinado por ser hetero) mientras nuestro país es líder en crímenes de odio por homofobia y esta mañana me entero de que en los Estados Unidos se reporta un descenso significativo en la aceptación de la comunidad LGBT+ entre las nuevas generaciones.

En este ir y venir de opiniones acerca de la comunidad LGBT+ el problema radica precisamente en eso, opinar cuando no se forma parte de ésta: “Los acepto pero que no lo muestren abiertamente”, “Los tolero pero que no se exhiban, que no se tomen de la mano y que no se besen”, “Lo que me molesta es el ejemplo que dan”.

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El odio siempre obedece a un discurso aprendido y la gente no tiene la culpa de cómo fue educada, pero sí de mantenerse creyendo que tiene el derecho a juzgar la vida de los demás, bajo el pretexto de ser heterosexual cuando la solución al tema es mucho más simple: si no te gusta o te ofende la homosexualidad, pues no la practiques, pero no te adjudiques el derecho de impedírsela a otros.

Quien te haya enseñado que tienes el derecho de colocarte en la posición de juez cometió un error, pero peor estás tú que te mantienes en ese pedestal en el que te ocupa más la vida de los otros que seguir adelante con la tuya. Y no debes preocuparte por nuestro tan temido “ejemplo”, porque con éste no vamos a “convertir” a nadie (gracias por el cumplido, pero no somos tan poderosos). Si acaso, vamos a salvar a quien ya lo es, haciéndole ver que tiene la oportunidad de desarrollar una vida feliz y plena en todos los terrenos: laboral, amoroso, sexual, etcétera.

Nuestra vida como sociedad no puede estar basada en las etiquetas, porque una sociedad que etiqueta es peligrosa para todos. Así, si eres hetero y no puedes imaginarte a dos hombres juntos, pues no sufras y no te lo imagines. Si eres mujer y de repente algún gay te parece atractivo no digas cosas como “qué asco” o “qué desperdicio”.

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Estás hablando de otro ser humano y no tienes derecho a decir algo así sólo porque no eres correspondida por alguien (tú tienes muchas más opciones entre tu mayoría hetero, por cierto).

Ahora, el tema de etiquetar va también para la comunidad gay. Yo mismo era de los que hace años me enojaba con quienes se visten con atuendos femeninos en la marcha del orgullo (o con quienes apenas se visten). “Ellos no me representan”, “No todos somos así”, reclamaba.

Hoy acepto abiertamente y con vergüenza mi error, mi ignorancia de aquel entonces y mi falla como miembro de esta comunidad. Porque efectivamente ellos a mí no me representan, pues están ocupados representándose y abriéndose paso para sí mismos. A mí me toca representarme a mí.

Debemos dejar de pretender que los homosexuales varoniles son superiores a los que no lo son tanto, y a su vez que los hombres gay están por arriba de las lesbianas, y que todos en conjunto ven por debajo a los bisexuales, a los travestis y a los trans, y a cada letra que sigue a la nomenclatura con la que, en mi opinión, mal denominamos a la diversidad, porque en ésta estamos todos. Sin etiquetas, ni orden de aparición o importancia.

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Las empresas, por su parte, no son más que un reflejo de las sociedades en las que vivimos. Si bien las más grandes y globales han desarrollado políticas de inclusión y diversidad y se ocupan de la creación de ambientes seguros para todos, siempre se termina dependiendo de quien está en posiciones de liderazgo.

Apenas terminé una conferencia que impartí este mes, alguien se me acercó para decirme que le encantaría poder ayudar a la causa de la misma forma, pero que le era imposible porque pese a que la compañía para la que trabaja se pronuncia a favor de la diversidad su jefe inmediato es abiertamente homofóbico.

Estamos muy lejos de llegar a donde debemos estar. Al estado en el que como sociedad comprenderemos que es menos desgastante aceptar y dejar vivir a los demás que pasarnos el tiempo ejerciendo el odio y resaltando diferencias.

Al final, Stonewall fue apenas el inicio de la conquista de los derechos gay, pero no debemos detenernos hasta que éstos se conviertan en derechos humanos. Cuando se erradica la ignorancia se comprende que la homosexualidad no daña a nadie porque sólo incumbe a los homosexuales. La homofobia, por el contrario, sí.

Nota del editor: Jorge Guevara es Vicepresidente de Comunicación para América Latina de American Express y activista en contra del estigma y la discriminación hacia todo tipo de minorías. Es doctorante en Psicología y puede ser contactado en el correo jorge.guevara@aexp.com . Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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