No hace falta demasiada imaginación para visualizar lo que sería de México si esa mitad de la población tuviera condiciones económicas distintas y pudiera brindarle satisfactores básicos a sus familias; lo primero que ocurriría es que el consumo interno, la inversión y la competencia resistirían mucho mejor cualquier crisis inesperada que viniera de fuera.
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Sin embargo, ese no ha sido el caso. La llegada de un presidente con ideas económicas distintas en los Estados Unidos fue la primera llamada para que México por fin trabajara en desarrollar un mercado interno incluyente y no asistencialista; la amenaza de aranceles del 25% a nuestras exportaciones, por razones políticas, fue una peligrosa segunda campanada ¿Cuántas necesitamos para entender que este país cuenta con un potencial de crecimiento de la llamada clase media que debemos aprovechar por un simple sentido de supervivencia?
Espero que, como ocurrió antes, la conciliación entre ambas potencias termine imponiéndose a la guerra de tarifas, pero si nosotros (y buena parte del mundo) no hacemos los ajustes necesarios y trabajamos para desarrollar a sus habitantes, puede que el pasto no resista mucho este duelo de colosos.
Nota del editor: Líder de la sociedad civil y empresario. Durante ocho años encabezó el Consejo Ciudadano de la Ciudad de México, y presidió la Red Nacional de Consejos Ciudadanos A.C. Es miembro numerario de la Legión de Honor Nacional de México. Cuenta con cuatro doctorados Honoris Causa por su trayectoria como líder de la sociedad civil en México. Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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