Así, han diseñado espacios públicos más allá de plazas o parques, como por ejemplo el Mercado de Rotterdam del estudio holandés, MVRDV, o el edificio de viviendas de City Hyde Park, de Studio Gang en Chicago, que considera que lo que se debe enfatizar son las relaciones interpersonales.
Otro ejemplo lo tenemos en la peatonalización de Times Square, en la ciudad de Nueva York, en la que intervino la firma Snohetta. Ellos introdujeron bancos de granito para permitir a la gente la posibilidad de pararse y así adueñarse del espacio, convirtiéndoles con ese gesto, en ciudadanos, cuando antes meros extraños que circulaban por millones diariamente.
Muchos son los arquitectos y diseñadores que reivindican la necesidad del espacio público como garante de equidad y democracia, y diseñan pensando en promover un espíritu de comunidad y favorecer la interacción. Sin embargo, el desacato y la contestación a los planes construidos por parte de la ciudadanía, son a la vez una constante, y una parte interesante en el debate sobre la sostenibilidad, que nos acerca a la noción de resiliencia como una característica esencialmente humana, que tiene que ver con la capacidad del ser humano de improvisar y crear instantes de interacción inesperados.
Hay infinitos ejemplos de cómo la gente subvierte el propósito para el que muchos espacios fueron concebidos, y frente a planes tendentes a favorecer encuentros catalogables en base a su duración e intensidad, se impone la realidad del uso
Esto sucede en asentamientos inesperados como el que hay desde finales de los años 60 en el cementerio de El Cairo, donde hay talleres mecánicos, negocios de orfebres, tiendas o cafés y por supuesto, en ciudades supuestamente en paz, pero aquejadas de un estado de conflicto, un nuevo modo de cabreo exhibido en forma de violencia callejera insospechada que se desata y desestabiliza el deambular diario, con ocupación de plazas, cortes de calles, acampadas en aeropuertos, como en el París de los chalecos amarillos, en la Barcelona indepe, en Santiago de Chile, Hong Kong, Quito o Caracas.
La ciudad contemporánea no es aún una ciudad sostenible, pero puede serlo, una de las variables clave del factor “S” de la sostenibilidad, es lo social, una característica fundamentalmente humana que nos aleja de la automatización. Las personas necesitamos terceros espacios, lugares de convivencia, ya sea ésta previsible o espontánea. Una ciudad es más sostenible si en ella es posible la serendipia, por eso mi ciudad favorita es una ciudad tercer espacio, y la tuya, ¿también lo es?
Nota del editor: Cristina Mateo es Vicedecana de IE School of Architecture and Design. Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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