Santa Claus no solo viene acompañado de un hermoso traje rojo, una abundante barba blanca, un trineo y sus nueve renos, sino de una deficiente planeación en las finanzas personales, es decir, de un consumo excesivo, gastos innecesarios, incremento en los precios e incluso la presencia de los pecados capitales como lo son la gula, la soberbia y la avaricia.
En términos económicos, y de acuerdo al panorama que el país actualmente está enfrentando en una llamada recesión técnica, nos lleva de la mano a una fatal cuesta de enero.
Recordemos que noviembre se ha convertido en un mes que por novena ocasión celebró el Buen Fin, es decir incrementamos nuestro consumo, acabamos de realizar compras, lo que en gran medida para las familias mexicanas ha implicado un endeudamiento, muchos trabajadores han recibido un adelanto de sus aguinaldos con la finalidad de propiciar su consumo, dejándolos desprovistos de una planificación financiera para los meses venideros.
Una vez iniciado diciembre comienzan los tradicionales adornos en casa, los famosos intercambios familiares, con amigos y en el trabajo, así como las posadas donde el derroche de dulces, frutas y piñatas se observan junto con un cúmulo de agentes contaminantes que esta temporada nos permite acarrear.
Desde que comenzamos a colocar nuestro brillante árbol navideño, las luces y demás adornos, inician los gastos, si bien hemos guardado la decoración de años pasados, el consumo de energía eléctrica tiene un incremento exponencial, y aunado a ello, un grato regalo este año nos aguarda bajo el arbolito, con el subsidio de la luz.