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2019: Aun con récord de inseguridad y estancamiento, fuimos "requetebien"

El Presidente ha empleado su habilidad comunicativa para garantizar que todo el “mugrero que nos dejaron” es responsabilidad del periodo neoliberal, dice Mario Maraboto.
mié 25 diciembre 2019 12:01 PM
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El año que inicia vuelve la expectativa sobre una mejora en la economía con base a los acercamientos que el presidente ha tenido con empresarios a quienes ha dejado de llamar “minoría rapaz, traficante de influencias”, dice Mario Maraboto.

(Expansión) - El fin de cada año es motivo para revisar lo acontecido durante los últimos 12 meses, poner en la balanza lo esperado contra lo logrado y formular propósitos para el año nuevo. En ese contexto el país inició 2019 con grandes expectativas ante el cambio de régimen y las promesas realizadas en campaña, especialmente en temas tan sensibles como el combate a la corrupción, la inseguridad y el crecimiento de la economía.

En general los logros en esos y otros campos han quedado lejos de las expectativas en este primer año de gobierno. No obstante el Presidente López Obrador ha sabido hacer uso de lo que es su mejor herramienta, la comunicación como instrumento de autopromoción, para, a pesar de los resultados, conservar una alta popularidad.

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No importa que la inseguridad se haya incrementado como nunca, que la economía finalizó el año sin crecimiento , que el desabasto de medicamentos afectara especialmente a niños con cáncer, o que los presupuestos para áreas esenciales se hayan disminuido, entre muchos otros factores negativos, el Presidente ha empleado su habilidad comunicativa para garantizar que, con sus “otros datos”, el país va requetebién, que todo el “mugrero que nos dejaron” es responsabilidad del periodo neoliberal y que “nosotros somos diferentes”.

El debate: ¿Es funcional la medición del PIB o debe considerar otros datos?

Si bien es cierto que éste es el único Jefe de Estado que diariamente dedica hasta dos horas para ofrecer una “conferencia de prensa”, lo cierto es que pocas han sido las veces en que de esas conferencias ha surgido una real noticia; las más de las veces esas reuniones han sido plataforma para lucimiento personal, denostar a quien lo critica o para justificar acciones.

Contrario a lo que sucede en una conferencia de prensa regular, en éstas la generalidad ha sido la falta de una agenda, no responder a las preguntas, aportar información sin sustento, divagar en temas históricos o fuera de las coyunturas y hasta en varias ocasiones caer en imprecisiones -incomprensibles para quien se supone es el hombre mejor informado del país- que han sembrado más incertidumbres que certezas.

No obstante que se percibe el atributo de buena voluntad del Presidente, sus encuentros con los medios –largos, cansados y me parece que hasta aburridos- han estado llenos de lugares comunes (expresiones triviales o ya muy empleadas, según la RAE) en torno al combate a la corrupción, la justicia social, la cuarta transformación y lo bien que va la actual administración y el país. No han dejado de escucharse expresiones como: “no hay represión ni censura”, “no vamos a caer en provocación”, “eso sí calienta”, “eso ya se acabó, estamos en un nuevo régimen”, acompañadas de eventuales calificativos a ciertos sectores y actores con lo que se ha acentuado una división en el país.

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Cuando Barak Obama llegó a la mitad de su primer mandato hizo una reflexión sobre lo que hasta ese momento consideraba su más grande error: la comunicación con los ciudadanos. “La naturaleza del despacho es también comunicar al pueblo todo aquello que le dé un sentido de unidad y optimismo, especialmente en épocas difíciles”, comentó. Luego de ello Obama empezó a hacer las cosas de manera diferente. Hubo planeación, mensajes estructurados, convicción en la voz, sensibilidad y comunicación no verbal (corporal) positiva, todo ello unido para convencer.

El año que inicia vuelve la expectativa sobre una mejora en la economía con base a los acercamientos que el presidente ha tenido con empresarios a quienes ha dejado de llamar “minoría rapaz, traficante de influencias” y la firma del T-MEC . Eso presupone un cambio en la actitud de López Obrador que podría explicarse como una preparación hacia conservar su mayoría en el Congreso en la elección intermedia de 2021. Pero para ello el presidente, como Obama, debería reflexionar sobre cambiar su discurso y en 2020 empezar a dar a su comunicación un sentido de llamado a la unidad ante los tiempos que se enfrentan.

En principio sería prudente modificar el formato y frecuencia de las conferencias de prensa: reservarlas para cuando haya anuncios de impacto que significan noticia; centrar cada conferencia en un solo tema -el de coyuntura o de mayor impacto- y si es el caso, mostrar datos y cifras verificadas y acreditadas a una fuente confiable para no seguir cayendo en los “otros datos”. Ello evitará la generación de controversias e incrementará la confianza en el jefe del Ejecutivo.

Finalmente también sería deseable que el presidente recuerde que la comunicación es una herramienta de dos vías y eso implica tanto hablar como escuchar (por algo tenemos dos oídos y sólo una boca) y que esa escucha implica una actitud de humildad para reconocer que no hay persona en el mundo que sea conocedora de absolutamente todo y por ello hay que escuchar a los especialistas y expertos en cada materia antes de tomar decisiones que lleven a pobres resultados.

Nota del editor: Mario Maraboto es Licenciado en Periodismo por la UNAM. Investigador Asociado en la Universidad de Carolina del Norte. Autor del libro "Periodismo y Negocios. Cómo vincular empresas con periodistas". Consultor en Comunicación, Relaciones Públicas y situaciones especiales/crisis desde 1991. Escríbele a su correo mmarabotom@gmail.com y síguelo en Twitter . Las opinions publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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