A su vez, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reportó que nuestro país destinó en 2018 el 5.5% del PIB nacional a atención médica, a diferencia de Estados Unidos que designó el 16.9% o Chile el 8.9%. Del monto para México, menos del 3% corresponde a gasto público y el 2.3% del PIB es un gasto que ejercen directamente las familias para adquirir servicios de salud.
Las debilidades del sector salud no son nuevas, pero la amenaza del Covid-19 genera presiones para las que no estábamos preparados . Por un lado, el material de curación, los medicamentos y las instalaciones adecuadas son insuficientes para tratar al número de enfermos proyectados que necesitarán cuidados hospitalarios, incluso en las estimaciones más conservadoras.
Por otro lado, tampoco hay suficientes médicos especialistas ni enfermeras que sepan atender los casos más críticos, pues la mayoría de ellos están concentrados en zonas urbanas.
La descoordinación de las autoridades, sumado a la reducción del presupuesto que se destina al sector salud, el recorte de personal y un nuevo sistema de compras de medicamentos con deficiencias estructurales, son algunos de los pilares visiblemente frágiles que a nivel federal y local podrían complicar la respuesta ante esta amenaza mundial.
México ha dejado de ser un espectador ante la pandemia. Más adelante veremos qué tan rápida fue la respuesta de mitigación y qué tan efectivas fueron las políticas que se tomaron al respecto. Esta crisis sanitaria pasará y habrá evidenciado lo crucial de tener un sistema de salud con mayores recursos y más flexible para salvar vidas, incluso en un escenario tan adverso como este.