Los emprendedores están viviendo la circunstancia más sombría de su historia. Pero, en realidad, la definición que tiene sobre ellos el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) significa un impacto colateral, ante la desgracia que están sufriendo por el COVID-19. La Asociación de Emprendedores de México, en alianza con Nauta, una empresa de investigación, encuestó a 1,211 mipymes y proyecta que el 77% de éstas dejará de operar en menos de 60 días. Muchas ya tienen listo su epitafio.
¿Qué está dejando al descubierto esta inminente carnicería?
Es políticamente correcto decir que la pandemia agarró por sorpresa a los emprendedores. Antes del coronavirus se sentía un furor por emprender, pero había algo debajo de la alfombra: propuestas que no estaban sólidas financieramente, errores en algunos emprendimientos de alto impacto que priorizaban el crecimiento y no la generación de utilidades, pero también la sobreexposición mediática que convertía a cualquiera en un rockstar, pero no en un emprendedor nato.
La historia de terminar con el Fideicomiso de Capital Emprendedor, que respondía a un decreto presidencial que ordena la terminación de los fideicomisos públicos, pudo ser un escándalo pero el lobbying de la Asociación Mexicana de Capital Privado lo desactivó; sin embargo, lo que también desvela es el absoluto desconocimiento que tiene el presidente alrededor de la importancia del emprendimiento en la generación de riqueza.
Pero a su vez demuestra la inexistente interlocución de los emprendedores con el poder político. El CCE y el CMN han compartido el pan y la sal con AMLO. Los emprendedores ni un solo café. Ni uno.