Estamos prontos a vivir una explosión de ida y vuelta en nuestros dispositivos móviles, ya que los desarrolladores pondrán particular énfasis en el diseño y experiencia del usuario, a través de comandos de voz y recomendaciones, respuestas a preguntas, o simplemente por medio de una conversación remota, todo esto gracias a la Inteligencia Artificial.
Los asistentes de voz, (Siri y Alexa, por ejemplo) comenzarán a tomar terreno, aprendiendo, a través de la interacción, algoritmos que ayudarán a generar una experiencia de intercambio no sólo placentera y útil, sino incluso cercana y un tanto emocional ¿Será que con esto nos atrevamos a contarle a “alguien” lo que nos pasa, preocupa, alegra, emociona, entristece, más abiertamente, sin miedo de ser juzgados o etiquetados socialmente?
Pero pensemos más allá: ¿Qué podría hacer esta inteligencia artificial con un cúmulo de información sobre nosotros, que anteriormente no estaba disponible porque no nos atrevíamos a compartirla? ¿Acaso esto abonará a la toma de decisiones cuando involucremos a estos asistentes de voz y nos equivocaremos menos? ¿Y la confidencialidad?
Todo esto, sin duda, podría tener una serie de implicaciones importantes. Imaginemos este escenario: si el algoritmo aprende y habla conmigo como no lo puede hacer nadie -porque me conoce como nadie-, entonces ¿tendrá sentido una consulta psicológica? ¿A quién podría sustituir y, socialmente, impactará el tamaño de nuestro círculo de amigos?