La población en su conjunto enfrentará retos inmediatos: le afectarán las oleadas de la propia crisis sanitaria y las férreas restricciones de la política económica de corto plazo, el colapso económico-financiero, reforzará en muchos la convicción de que el cambio buscado por el gobierno en realidad debería reducirse a restablecer las ecuaciones económicas y financieras de los últimos años.
La obsesión por los equilibrios macroeconómicos debe pasar a segundo término. Si bien es cierto que el manejo del tema del endeudamiento ha sido prudente, se requieren fórmulas anticíclicas para lograr apalancamientos financieros que redunden en el relanzamiento de la economía.
El proceso de recuperación económica del país será de forma parcial y no exento de presiones tanto en el frente interno (cuellos de botella en sectores claves para la recuperación) y en el frente externo (déficit en la cuenta corriente con presiones en el tipo de cambio). Las políticas de gasto de inversión del gobierno en sus proyectos emblema como Santa Lucía, Tren Maya y Dos Bocas, resultan insuficientes en sus efectos multiplicadores, por ello deben acompañarse de la inversión privada, con énfasis en las asociaciones público-privadas.
México requiere acrecentar la inversión pública a proyectos con impacto en el desarrollo sostenible y en la reconversión productiva hacia nuevas tecnologías y la inversión verde; se necesita crear un portafolio de proyectos de infraestructura carretera, portuaria, hospitalaria, educativa y urbana que se puedan instrumentar de forma ágil e inmediata.
Un plan que no recicle proyectos del sector privado que ya existían, sino que busque, por una parte, reactivar la economía mexicana y por otra dotar al país de la infraestructura social necesaria para contener los embates económicos y sociales de esta pandemia, sobre todo en los sectores más vulnerables de la población.
OPINIÓN: ¿Por dónde empezar para reactivar, recuperar y crecer tu negocio?