Es verdad que la economía se hubiera deteriorado aun sin el confinamiento. El miedo a contagiarnos y la incertidumbre respecto al futuro nos han hecho modificar nuestros hábitos, ser más cautelosos, gastar menos, invertir menos. Sin embargo, la crisis económica sin precedentes es resultado de políticas públicas que, en muchos casos, resultarán en una crisis humanitaria más grave que la ocasionada por la enfermedad.
La amenaza del COVID-19 es real y muy seria, sin embargo, el confinamiento estricto y la consiguiente prohibición de cualquier actividad que no sea considerada arbitrariamente como “esencial” por el Estado es una respuesta inédita y excesiva ante esta amenaza.
En todo el mundo los efectos de confinamiento han sido devastadores en términos de vidas y de precariedad, especialmente para las personas de menores recursos. El hecho de que estas vidas y daños colaterales no sean típicamente tomadas en cuenta por los modelos epidemiológicos no las hace menos reales. Millones de personas han perdido sus empleos y otros medios de subsistencia.
Las cadenas de producción se han visto severamente afectadas, lo que disminuirá, entre otras cosas, la disponibilidad de medicamentos y alimentos. El Programa Mundial de Alimentos de la ONU ha advertido que más de 250 millones de personas estarán al borde de morir de hambre en los siguientes meses, especialmente en los países más pobres.
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Las medidas más estrictas fueron basadas en los peores escenarios de modelos estadísticos, siendo el de mayor impacto el realizado por el Imperial College de Londres que pronosticaba, aún con medidas de contención, mas de dos millones de muertes en Estados Unidos y medio millón en Gran Bretaña. Afortunadamente, el impacto ha sido mucho menor, no por que se hayan implementado cuarentenas sino porque los supuestos en los que se basaron los modelos demostraron no ser realistas, como lo han argumentado varios expertos mundialmente reconocidos en epidemiología, incluyendo al Dr. John Ioannidis, de la escuela de medicina de la Universidad de Stanford.
Independientemente de los errores de las autoridades en el manejo de la crisis sanitaria, como la insuficiente capacidad de atención a los contagiados o el bajísimo numero de pruebas aplicadas, lo primero que se debe hacer es dejar de causar más daño. El confinamiento no se debe extender más allá de las siguientes semanas, especialmente en las regiones menos afectadas, permitiendo el reinicio de las actividades productivas, sin la artificial distinción de esenciales o no esenciales.
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