Por desgracia pocos son los estudios que hay en México sobre la eficiencia del sector público, pero medir dicha variable resulta fundamental para saber si el gasto público mejora la calidad de vida de los ciudadanos, ofrece buenos servicios, impulsa las actividades productivas, entre otras cosas. Si conociéramos la película completa de la vida real de esto tendríamos claro, por ejemplo, cuánto está costando y qué resultados está teniendo el gasto destinado al combate al COVID-19.
Pero no. El estado que guarda la eficiencia del gasto público no existe y, peor aún, los reajustes presupuestarios no se hacen con bisturí, sino con machete.
Algo que, también hay que decir, no es nuevo. Según el IMCO, al analizar la Cuenta Pública de 2018 (el último año de Enrique Peña Nieto y el primer mes de Andr´s Manuel López Obrador), de las 617 partidas de gasto en las secretarías, 296 tuvieron variaciones al alza o a la baja de más de 50%, en una clara señal de la mala planeación del gasto. Mientras que en la Cuenta Pública 2019 también hay un baile de cifras, ya que se recaudó más de lo esperado, pero se gastó más de lo programado, se destinó menos recurso en salarios y pago de servicios y materiales, pero se desplomó el gasto en inversión pública.
El ejercicio del gasto público significa oscurantismo y, por si esto no fuera suficiente, en el Congreso persiste la intención de dotar de facultades al presidente para reasignar recursos debido a las dificultades financieras que enfrenta la hacienda pública en plena emergencia sanitaria. El gran problema es que parece no entenderse que no hay recurso que alcance si no hay un gobierno eficiente.
Un gobierno austero no significa que es el mejor gobierno y, mucho menos, el más eficiente. Dicho esto, la mejor bandera que debería encabezar este gobierno es la eficiencia, pues con ella resolvería grandes problemas sociales y promovería la productividad, la generación de riqueza y el soñado crecimiento económico, que hoy nadie visibiliza.
¿Qué es mejor: un gobierno austero o uno que ejerza adecuadamente el gasto y resuelva? Más allá de ponerle color a las recetas económicas, lo importante es la generación de bienestar para la población.¿Qué pasaría con la ideología de AMLO si su gobierno fuera más eficiente y desplegara el bienestar? Muy probablemente pasaría como teflón en muchos escépticos. ¿Pero el Tren Maya y la Refinería de Dos Bocas, a los que se les dedican millones de recursos, son los proyectos de reactivación económica que hoy se necesitan? Definitivamente no.