La puesta en marcha del T-MEC ya está aquí, pero sus impactos ya se habían medido desde mucho tiempo atrás. En septiembre de 2018, poco antes de que terminara la administración de Enrique Peña Nieto, el gobierno mexicano acordó con sus contrapartes la modernización del TLCAN y sus negociadores sabían que vendrían tiempos agitados. En la memoria de los funcionarios de entonces, empresarios y representantes del equipo de Andrés Manuel López Obrador (quien ya era presidente electo) pervive ese momento en el que los emisarios de Donald Trump pusieron sobre la mesa de negociación el Anexo 23A relativo a la obligatoriedad de respetar la democracia sindical, prohibir el trabajo forzoso y velar por los derechos de los trabajadores.
Desde entonces se sabía que aquel anexo era ‘enforceable’ y no había manera de escapar de éste. Era solo cuestión de tiempo y, ahora, mientras algunos gritarán vivas por la nueva era comercial en Norteamérica, los mariachis callarán porque México llega a este acuerdo con varios rezagos y retos por cumplir; junto con las fallas en el terreno laboral, el país requiere potenciar la infraestructura, mejorar su productividad y competitividad, romper con el distanciamiento que prevalece entre empresarios y gobierno, velar por el estado de derecho, la certidumbre jurídica y mucho más.
Sobre advertencia no hay engaño: con la implementación de paneles de controversia ante posibles violaciones al T-MEC, empresarios y gobierno de México ya saben que la lluvia de litigios por parte de Estados Unidos es inminente y se prolongará durante mucho tiempo (se espera que los veredictos ocurran de 4 a 6 meses después de iniciar el pleito). Pero el riesgo está en que estas controversias intenten ser usadas para paralizar actividades y disminuir la competitividad de México. Ojo ahí.
OPINIÓN: El T-MEC es la insignia de América del Norte
Por ejemplo, las quejas se multiplicarán en el terreno laboral. Estados Unidos acusará a México por hacer uso del trabajo infantil en la producción de tomate, tabaco, pimientos. También, pondrá en duda la libertad sindical en las industrias automotriz y de autopartes. Del otro lado ya se preparan para los golpes. La Secretaría del Trabajo y el CCE trabajan un listado que incluye empresas y sindicatos que deben mejorar sus reglas internas, promover las consultas de legitimación de sus contratos colectivos, así como permitir a sus empleados que decidan libremente quién los representa.
¿Aún no entra en vigor el TMEC y ya nos vencimos? Evidentemente, habrá muchas oportunidades de inversión y se potenciarán diversas líneas de negocio (como el comercio electrónico y la logística). Además, la diversificación del riesgo chino es una oportunidad muy amplia de integración en América del Norte. Pero, también, contamos con un andamiaje muy frágil y carecemos de una robusta política industrial. Entonces, mientras se registra la peor crisis económica de los últimos tiempos por el COVID-19 y con todo y que el T-MEC conserva algunos preceptos del TLCAN, no estamos frente a un comercio libre sino que ingresamos a un comercio administrado.