Es un buen momento hoy para lanzarse y atraer clientes a tu ciudad. En los últimos 20 años se incrementó tanto el número de personas como la capacidad de consumo de quienes pertenecen a la clase media, se multiplicaron los canales de información, mejoró la infraestructura de comunicación y –muy importante– pasamos a ser una sociedad 100% conectada. Hoy, más que nunca, se abrieron las opciones a millones de visitantes, viajeros y empresarios, para elegir entre una infinidad de nuevos destinos deseables y explorables.
Ante esta nueva y feroz competencia entre ciudades surgió la importancia de su posicionamiento y el estudio de factores que influyen para atraer inversión, capital humano y flujo de turistas. Hoy existen ya decenas de estudios, como los de Robert Govers, e índices, como los de Simon Anholt, que analizan tanto a huéspedes como a anfitriones. Otros tantos han seguido sus pasos, midiendo aristas específicas o abonando a la discusión. ¡Vaya que el 2020 aceleró el proceso de emigración empresarial y familiar! Algunos datos lo constatan. Según la encuesta Harris Poll de abril de este año, 78% de los estadounidenses en ciudades grandes tienen un claro interés en emigrar a lugares menos poblados.
La competencia por recursos y gente dentro de esta migración será especialmente dura los siguientes años, ya que existen demasiados profesionistas, empresarios y políticos que se juegan su patrimonio y futuro. En este contexto, una ciudad debe tratarse como un producto de consumo duradero. No más. Su primer atributo debe estar enmarcado en el diseño de su marca, su narrativa, su propuesta de valor y su capacidad de generar empatía con su audiencia meta. Es así que, para potenciar su magnetismo, algunos presumirán su localización, clima, naturaleza, educación, comida, cultura, diseño y bondades fiscales. Otros, en cambio, optarán por resaltar sus tradiciones, historia, arquitectura y experiencias. Subrayo el esfuerzo y éxito de varias ciudades que ya hicieron de sus ciudades grandes hubs culturales (Barcelona, Viena, Perú), políticas y económicas (Berlín, Singapur), de desarrollo sustentable (Copenhague, Estocolmo) o de desarrollo emprendedor (Pittsburgh, Austin).
El primer ingrediente para lograr resultados como siempre está en la formación de un equipo extraordinario y un sistema de procesos y controles competitivo. Ya con esto en el bolsillo se podrá atender los cimientos que toda ciudad debe consolidar para definir su identidad: seguridad, educación, conectividad, transporte y movilidad, apertura a la diversidad, facilidad para hacer negocios y un sistema jurídico eficiente. Ninguna ciudad logrará sacar una calificación perfecta en todos estos ejes, pero cada uno de ellos debe ser una prioridad. Todos los índices serios a nivel mundial utilizan estos rubros como detonadores de rankings y de recomendaciones asociadas a la emigración.
Sin embargo, este es apenas el primer paso para responder a la pregunta central: ¿quién se quedará con el preciado nuevo mercado que hoy se ve obligado a replantear y transformar por completo su estilo de vida ante el descalabro de inversión, el colapso inmobiliario y la fuga masiva de talento? Está claro que los líderes de ciudades y sus estrategas deben actuar con velocidad y asertividad para evitar la suerte de lugares como Detroit, Buenos Aires o Caracas.