Estamos viviendo un momento único en nuestras vidas. Pocas veces la economía global había recibido un golpe semejante. Muchas compañías no conseguirán sobrevivir a este madrazo. Los ejecutivos de la región y las áreas de capital humano sintieron el cimbronazo externo en su interior. La muerte y la destrucción económica que trajo el COVID-19 generó espacios de introspección inusitados en CEOs y senior managers poco acostumbrados a cabalgar tormentas.
Es razonable, la muerte pone en jaque a los que estamos vivos, nos interroga de frente: ¿cómo estás viviendo?, ¿estás aprovechando tu tiempo?
Esto abre inquietudes genuinas que emergen en muchos líderes. Preguntas que hacen temblar los cimientos aparentemente seguros de muchos perfiles ejecutivos, que, en ocasiones, exageran su fortaleza y se detienen poco para escuchar sus debilidades. Es razonable. El ruidoso frenesí del trabajo cotidiano no deja oír las inquietudes que yacen en las napas interiores.
Para todos nosotros es difícil hacernos tiempo para reflexionar. Sin embargo, este tiempo de cuarentena parece haberse transformado en un espacio propicio para esto.
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Quizás los cuestionamientos personales más profundos apuntan a meditar: “¿soy feliz en mi posición dentro de la alta gerencia?”; “¿me siento a gusto con la cantidad y calidad de tiempo que comparto con mi familia?”; “si me pasara algo, ¿me arrepentiría de haber trabajado tanto y haber disfrutado poco?”.
Se entremezcla la felicidad personal con la identidad profesional. Muchos ejecutivos están repensándose: considerando si quieren estar donde están, si con aquello que sembraron ya es suficiente, si se lanzan, de una vez por todas, a aquel emprendimiento personal de consultoría que tienen en la mente desde hace tiempo.