Aunque cada crisis es diferente, lo importante es lo que se aprende en cada una de ellas. Así como en la industria aérea difícilmente hay dos eventos ocasionados por la misma causa gracias a los resultados de las investigaciones de cada accidente aéreo, de toda crisis se puede aprender a partir de la revisión de lo que se hizo durante el tiempo que duró el evento, independientemente del resultado.
Lamentablemente no siempre se tiene presente la importancia de documentar el desarrollo y gestión de la crisis y, en ocasiones, ni siquiera sobre las causas, reales o aproximadas, que la originaron y ello influye en un resultado adverso. Para salir fortalecidos y preparados para nuevas crisis es importante documentar cada acción para desarrollar un documento con datos y observaciones sobre la gestión de la crisis.
Hoy el país está padeciendo una crisis económica y de salud a causa del COVID-19. Hace 11 años México enfrentó una crisis producida por una mutación del virus de la influenza que incrementó los índices de mortandad. Se conoció como AH1N1.
No sé si en ese entonces el gobierno documentó cada paso de la atención a esa crisis, pero visto en retrospectiva hubo muchas acciones que pudieron ser referente ante la inminente crisis del COVID-19 que se anunciaba a principios de año, especialmente si se considera que en la crisis del AH1N1 también estuvo presente el doctor López-Gatell quien en ese entonces fue relegado por el deficiente manejo de los datos.
Una de las primeras cosas que se criticaron en 2009 fue la lentitud en la detección del virus. La directora del Instituto Nacional de Vigilancia Sanitaria de Francia, Françoise Weber, dijo que “la epidemia circuló en México durante semanas y sólo se detectó cuando llegaron los casos más graves y los decesos”.
Conocida la crisis el gobierno lanzó una campaña por radio y televisión para tratar de contener los contagios, enseñando a la gente cómo estornudar, cómo lavarse las manos, aislar a las personas, etc. Al igual que hoy, el país estaba en una recesión económica que ya había impactado en los índices de producción y en el empleo, y ante el riesgo de incrementar el impacto por el confinamiento ordenado, la opción fue invertir en la promoción del trabajo temporal, incrementar la inversión en infraestructura, otorgar beneficios fiscales y condonar impuestos.