Hace dos años, México era vanguardia como polo de atracción para proyectos eléctricos renovables, con récords mundiales de bajos costos por kwHr en subastas de largo plazo. Según la Plataforma México, Clima y Energía, podríamos ya haber perdido 12,000 millones de dólares en costo de oportunidad de inversión, ante la suspensión de subastas de generación y líneas de transmisión.
De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía, este año la inversión eólica y solar se contrajo 60 y 40% respectivamente en México. El precedente de arbitrariedad y aun ilegalidad con que se ha pretendido imponer un modelo energético anacrónico y ruinoso para el erario y el medio ambiente presagian una sequía mayor en uno de los principales motores de crecimiento para la economía post COVID-19 en el mundo.
Han pasado tantas cosas en estos dos años que han erosionado el clima de negocios que se olvidan decisiones absurdas como la liquidación de Proméxico, bajo razonamientos completamente superficiales e inclusive mentiras: “¿Han visto un Pro Alemania?”. Bastaba checar en Google: hasta gobiernos subnacionales invierten en oficinas de ese género en varios países, incluyendo el nuestro: las hay de Florida, Castilla-León o Baviera, cuya representación está justamente en el edificio del German Centre Ciudad de México.
También se echaron por la borda las Zonas Económicas Especiales (ZEE), cuando había unos 2,900 millones de dólares en proyectos privados ya caminando, más una prospectiva de inversiones potenciales superior a 42,000 millones de dólares. Se trataba de reducir las brechas de desarrollo del Sur-Sureste, así que uno hubiera esperado que el gobierno de “primero los pobres” adoptaría el programa y elevaría las metas.
Este modelo fue precursor del despegue de China y su hazaña de sacar de la pobreza a más de 745 millones de personas. El paradigma es Shenzhen: desde que se instauró su ZEE, en 1979, el PIB per cápita local aumentó 150 veces, para pasar de puerto pesquero a centro logístico y tecnológico, sede de compañías como Huawei, ZTE y Tencent.
En cambio, para el crecimiento de nuestro Sur-Sureste, la 4T apuesta básicamente a la siembra de árboles frutales; el corredor logístico del istmo, pero sin la competitividad y proyección que le daban las ZEE de Salina Cruz y Coatzacoalcos; una refinería que no se necesita y que si algún día está lista será obsoleta; el Tren Maya, de dudosa viabilidad económica pero seguro e irreversible impacto ambiental. No por nada la inversión privada es prácticamente inexistente en estas “prioridades”, salvo en la forma de contratismo.