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Inversiones o sofismas: nuestro diferencial de tasa

Si este gobierno no quiere pensar a futuro, somos muchos inversionistas, empresarios y emprendedores que sí vemos las áreas de oportunidad y seguiremos apostando por este país, apunta Rodrigo Villar.
jue 29 octubre 2020 11:59 PM

(Expansión) – México es uno de los pocos países que no tiene ningún programa de emergencia económica frente a la peor emergencia económica en un siglo. Según la visión del Secretario de Hacienda, nosotros estamos bien y el resto, al menos entre los países en desarrollo, equivocado.

Su razonamiento es que, si contratamos créditos, habría que pagar tasas de interés que comprometerán nuestro futuro, a diferencia de las cercanas a cero con que países ricos están financiando sus paquetes de billones de dólares. El problema es que esto es verdad sólo a medias o como justificación de decisiones más políticas e ideológicas que con un sentido financiero práctico.

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Ese sí es un sofisma. De insistir en él, como lo proyectan los datos del FMI, nuestra recuperación será más lenta que la del resto que está en el error, y de cualquier modo crecerá la deuda. En el corazón del equívoco está la diferencia entre invertir y gastar.

Una cosa es endeudarse para financiar proyectos con rendimiento tanto social como financiero; otra muy distinta, pedir prestado para, por ejemplo, construir un tren destinado a perder dinero de principio a fin, aparte de daños ecológicos irreparables.

No es lo mismo pedir prestado para salvar de la quiebra a actividades productivas y empresas autosuficientes y rentables, pero con problemas de liquidez provisionales, que para prolongar la respiración artificial de la compañía petrolera más endeudada del mundo y comprometida con un plan de negocios de los años 70.

En su estrategia de aceleración digital 5G, España y sus aliados tecnológicos tienen acceso a fondeo con tasas históricamente bajas porque es un ganar-ganar: el país avanza en un ámbito que no sólo definirá el progreso y el bienestar en este siglo, sino la vigencia de derechos civiles elementales; las empresas participantes venden y crecen; los inversionistas obtienen rendimiento financiero, incluso con sello ESG. Es la fórmula de la inversión de impacto.

Al contrario, una obra como la refinería de Dos Bocas, otro barril sin fondo de pérdidas y daños ambientales, sólo encontrará crédito de especuladores y probablemente de sus contratistas, que van a la segura o se retiran, como hizo KBR. Por supuesto, siempre queda el recurso del “dinero del pueblo”, exprimiendo e intimidando más a los contribuyentes cautivos, a “guardaditos” como los fideicomisos recién expropiados o a la mano de obra militar.

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Es cierto, hoy un bono a 10 años de México paga casi el doble que el de Chile y cerca de 40 veces que el de España. Haríamos muy mal en endeudarnos, en esas condiciones, para cubrir problemas de flujo de caja y fondear elefantes blancos.

Muy diferente sería, por ejemplo, que el gobierno emitiera garantías para un programa masivo de crédito a pymes, quizás asimilable a los impuestos que pagaron el año pasado o con un esquema de formalización, con la posibilidad de refinanciarse vía titulización con el banco central. No es el mismo riesgo, no es la misma tasa.

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En cambio, Pemex acaba de hacer una colocación “exitosa” de bonos a cinco años, si lo que se entiende por éxito se limita a una fuerte demanda. Y cómo no, con una tasa de casi 7%, el aliciente del carry trade y un gobierno comprometido a pagar lo que sea por su proyecto político. En el mundo al revés, un abanderado de una “economía moral”, que asegura grandes rendimientos a especuladores.

Si México lanzara su propio plan para universalizar el acceso a Internet de alta velocidad y la adaptación digital, con aliados estratégicos como lo están haciendo españoles y chinos, podríamos disparar la inversión en ese sector precursor y en muchos otros, alentar el crecimiento y propiciar una transformación y avance social que no quedarían en discursos o buenos deseos en la Constitución.

Para ello sí hay financiamiento competitivo. Lo mismo que para un plan para ser una potencia en energía renovable o un programa de infraestructura ambicioso para consolidarnos como centro logístico y de cadenas productivas internacionales.

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Imaginemos la noticia: no una cena en Palacio Nacional con empresarios para vender billetes de lotería, sino para anunciar, con éstos y otros –nacionales e internacionales– una estrategia nacional en que el sector público y el privado irán juntos para abatir en X años las brechas digitales interiores y frente a los países a la vanguardia, con incentivos competitivos y compromisos políticos nacionales para que el proyecto sea transexenal, del Estado mexicano y no sólo de un gobierno.

Parece utopía, cuando más bien se alista un alza en los derechos de espectro radioeléctrico. Sin embargo, México sí puede ser una de los mejores destinos de inversión del mundo, justo ahora, con la crisis como oportunidad. Si este gobierno no quiere pensar a futuro, somos muchos inversionistas, empresarios y emprendedores que sí vemos las áreas de oportunidad y seguiremos apostando por este país, con el enfoque fundamental de la inversión: podemos ser y hacer más.

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Pero haríamos mucho más con un Estado con esa vocación de inversión, y con objetivos nacionales compartidos para pensar a largo plazo y en grande, más allá de sofismas ideológicos y diferencias políticas: ese es nuestro diferencial de tasa. Sí se puede: hay que contagiarnos de esa visión de impacto. Por ese camino no sólo hay progreso, sino una vía de sanación de la polarización política que hoy nos divide y empobrece económicamente.

Nota del editor: Rodrigo Villar es un emprendedor social y Socio Fundador de New Ventures, donde busca transformar la manera tradicional de hacer negocios y crear un nuevo modelo empresarial que perciba el impacto como status quo. Cuenta con un MBA del Royal Melbourne Institute of Technology y estudió la carrera de Contabilidad y Administración Financiera por el Tecnológico de Monterrey. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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