Ese sí es un sofisma. De insistir en él, como lo proyectan los datos del FMI, nuestra recuperación será más lenta que la del resto que está en el error, y de cualquier modo crecerá la deuda. En el corazón del equívoco está la diferencia entre invertir y gastar.
Una cosa es endeudarse para financiar proyectos con rendimiento tanto social como financiero; otra muy distinta, pedir prestado para, por ejemplo, construir un tren destinado a perder dinero de principio a fin, aparte de daños ecológicos irreparables.
No es lo mismo pedir prestado para salvar de la quiebra a actividades productivas y empresas autosuficientes y rentables, pero con problemas de liquidez provisionales, que para prolongar la respiración artificial de la compañía petrolera más endeudada del mundo y comprometida con un plan de negocios de los años 70.
En su estrategia de aceleración digital 5G, España y sus aliados tecnológicos tienen acceso a fondeo con tasas históricamente bajas porque es un ganar-ganar: el país avanza en un ámbito que no sólo definirá el progreso y el bienestar en este siglo, sino la vigencia de derechos civiles elementales; las empresas participantes venden y crecen; los inversionistas obtienen rendimiento financiero, incluso con sello ESG. Es la fórmula de la inversión de impacto.
Al contrario, una obra como la refinería de Dos Bocas, otro barril sin fondo de pérdidas y daños ambientales, sólo encontrará crédito de especuladores y probablemente de sus contratistas, que van a la segura o se retiran, como hizo KBR. Por supuesto, siempre queda el recurso del “dinero del pueblo”, exprimiendo e intimidando más a los contribuyentes cautivos, a “guardaditos” como los fideicomisos recién expropiados o a la mano de obra militar.
OPINIÓN: Dogmatismo “ad nauseam” en el sector eléctrico
Es cierto, hoy un bono a 10 años de México paga casi el doble que el de Chile y cerca de 40 veces que el de España. Haríamos muy mal en endeudarnos, en esas condiciones, para cubrir problemas de flujo de caja y fondear elefantes blancos.
Muy diferente sería, por ejemplo, que el gobierno emitiera garantías para un programa masivo de crédito a pymes, quizás asimilable a los impuestos que pagaron el año pasado o con un esquema de formalización, con la posibilidad de refinanciarse vía titulización con el banco central. No es el mismo riesgo, no es la misma tasa.