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Biden y Norteamérica, ¿el regreso de los tres amigos o 'Two and a Half Men'?

Las simpatías de Andrés Manuel López Obrador por Donald Trump serían irrelevantes de no ser porque parecen afectar su relación con Joe Biden, considera Sergio Luna.
jue 18 febrero 2021 12:04 AM

(Expansión) - Las reuniones anuales de los Jefes de Estado de Canadá, Estados Unidos y México (Cumbres de Líderes de Norteamérica) que la prensa bautizó como “Los Tres Amigos” no son indispensables, pero pueden ser muy relevantes.

Me explico. En los 17 años transcurridos desde la primera (Waco, Texas) solamente se han celebrado ocho, las primeras cinco consecutivas; el arranque promisorio pierde impulso. Mala noticia si el T-MEC fuera estación de tránsito hacia un proyecto de integración regional más ambicioso. Pero si T-MEC es lo más lejos que queremos llegar y ya está en marcha, el que los socios se reúnan o no puede parecer secundario.

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Pienso sin embargo que estas reuniones mandan un mensaje poderoso: el de una región que está más integrada de lo que algunos de sus líderes suponen y en donde muchos temas de las agendas internas pasan por lo regional. No es casual que hasta ahora el único mandatario que nunca participó en una cumbre es Donald Trump.

La pregunta es si Biden relanzaría las cumbres. Es clara su intención por retomar el multilateralismo, así como del peso que en su agenda tienen los temas ambientales y la relación con China. El equipo que lo acompaña en estos quehaceres goza de impresionantes credenciales. Más relevante para nosotros, también comparten un gran conocimiento de México.

Creo que el problema está de nuestro lado. Las simpatías de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) por Trump serían irrelevantes de no ser porque parecen afectar su relación con Biden. En una región donde los procesos de integración son tan profundos, un trato basado en la congenialidad fue la excepción, no la regla. Lo sanitario, migración, seguridad, comercio, inversión, medio ambiente y lo laboral son asuntos que precisarán que seamos proactivos, no reactivos y mucho menos, regresivos.

Es el caso de la agenda económica y comercial. Durante enero-septiembre de 2020 las importaciones de mercancías chinas de Estados Unidos cayeron 7.9% a tasa anual pero lo que China compra de Estados Unidos aumentó 4.8%. Como resultado, el déficit comercial de Estados Unidos con China se redujo en 123,000 millones de dólares.

En el mismo lapso, las mercancías que Estados Unidos compra de México disminuyeron 13.6%, pero lo que México importa desde Estados Unidos cayó aún más, en 19.9%; el déficit comercial de Estados Unidos con México subió en 24,000 mdd.

A diferencia de Trump, Janet Yellen y su asesor en temas externos David Lipton – un viejo conocido de México – entienden bien que un déficit comercial refleja diferenciales de ingreso; la brecha en la variación del PIB en Estados Unidos y México en 2020 fue la mayor desde 1995. El problema es que todo apunta a que el desbalance se acentúe aún más en el 2021, producto de posiciones fiscales radicalmente antagónicas.

Las presiones proteccionistas que esta situación puede generar serán acentuadas por un caudal de decisiones, esas sí voluntarias, que México ha tomado. La iniciativa preferente de reforma a la Ley de la Industria Eléctrica (LIE) es un ejemplo y desgraciadamente no el único: desde reglas de etiquetados hasta la prohibición del uso de glifosato son susceptibles de controversia al interior del T-MEC.

A veces parece que AMLO aseguró la aprobación del T-MEC pero no se preocupó por entender qué compromisos implica. Si añadimos los temas que Trump no empujó pero que con toda seguridad la administración Biden abrirá – capitulo ambiental, laboral – México ocupará mucho espacio en una agenda comercial abultada.

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Katherine Tai, la nueva representante comercial de Estados Unidos, está de sobra preparada; como asesora de los legisladores demócratas durante el proceso de aprobación del T-MEC, no solo conoce el acuerdo, jugó un papel central en su conformación.

Veo entonces oportunidades perdidas y riesgos. Entre aquellas, la de conformar una posición regional en temas como el ambiental o en la relación con China y la reconfiguración de cadenas de valor. Entre los segundos, un manejo ad hoc de la relación bilateral, en donde se “apagan fuegos” como van surgiendo.

Creo que la circunstancia tan frustrante eventualmente llevaría a Biden a plantear un gambito que Trudeau muy probablemente apoyaría; una nueva cumbre que obligue a AMLO a prestar la atención que merecen nuestros temas en común. Lo peor que le puede ocurrir a una buena amistad es darla por descontado.

Nota del editor: Sergio Luna estudió Economía en la UNAM y la Universidad de Londres. Fue economista en el Banco Nacional de México durante 33 años y continúa en dicha profesión, ahora de manera independiente. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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