Las fotos de la sede del Poder Ejecutivo rodeada por un enorme muro metálico dieron la vuelta al mundo y se convirtieron el origen de incontables críticas, sátiras y memes. Prontamente, como era de esperarse, distintos colectivos feministas “intervinieron” la prosaica y ofensiva valla, escribiendo miles de nombres de mujeres violentadas (muchas de ellas asesinadas y desaparecidas) e incorporando flores, cruces y otros símbolos; luego, para rematar, vinieron las ingeniosas y muy rudas proyecciones sobre la fachada de Palacio Nacional.
Todas esas intervenciones lograron trasformar el infame muro en un potente memorial que se convirtió en el principal símbolo de la lucha feminista en México. Intervenciones similares se produjeron en diversas ciudades del país.
Y como ya es costumbre, otra vez López Obrador volvió a reaccionar mal, de nueva cuenta con la cansina cantaleta de que “las fuerzas conservadoras” manipulan las protestas femeninas y luego la innecesaria escena de la foto con las integrantes de su gabinete y su forzada, penosa y desganada porra.
Seguramente escudado en las cifras que mantienen al presidente y a su partido como la opción más competitiva de cara a las elecciones a celebrarse en menos de tres meses, el lopezobradorismo prefiere seguir apostando a la polarización del “pueblo pobre” contra “la oligarquía corrupta”, en vez de dar soluciones a los movimientos de mujeres.
Ya veremos el 6 de junio si esa apuesta no le sale cara. Mientras llega la cita con las urnas, es evidente que el gobierno se ha ganado a pulso el repudio de los movimientos feministas: no ha hecho más que incrementar las desigualdades y violencias de millones de mujeres, mientras discursivamente las minimiza.