Al principio pensamos que no era necesario cambiar, que las cosas volverían a su cauce en poco tiempo; pero la realidad nos ha mostrado una cara diferente: Hoy, más que nunca, es apremiante adquirir de manera consciente y consistente competencias que nos permitirán vivir en el nuevo mundo que enfrentamos.
¿Cuáles son las competencias más importantes para mantenernos a flote en este nuevo entorno? La respuesta se puede dividir en dos clústeres: el primero está orientado a las competencias que favorecen la efectividad y la eficiencia del trabajo en equipo, como la colaboración, la flexibilidad, la adaptabilidad, la innovación, la creatividad y la resolución de problemas. El segundo clúster apunta a lograr una mejor manera de afrontar de forma personal estos cambios, a través de la gestión de la incertidumbre, la resiliencia y la armonía trabajo-familia.
En cuanto a las competencias para el trabajo en equipo destaca la COLABORACIÓN, sin dejar de lado la adaptabilidad, la flexibilidad, la creatividad y la resolución de problemas. La colaboración es indispensable para lograr, “en conjunto”, los resultados a la rapidez que la organización requiere para atender la demanda del mercado.
Una actitud de colaboración hará que el trabajo se realice en tiempo y forma, pues continuamente comprobamos que solos no podemos completar todas las tareas requeridas, y solo la colaboración entre los miembros del equipo logrará obtener los resultados.
Una persona que favorece la colaboración disfruta las tareas compartidas, tiene claras las metas comunes, comparte responsabilidades con su equipo y fomenta el compromiso; se esfuerza por escuchar y acordar soluciones consensuadas, construyendo con los demás el proyecto en común para concretar resultados.
La colaboración, por lo tanto, supone fomentar la actitud de corresponsabilidad en el hacer como en la obtención de resultados. Quien fomenta la colaboración sabe que al sumar esfuerzos se llega antes y mejor a la meta.
En cuanto a las competencias de desarrollo personal o segundo clúster, hay dos que parecen ser rectoras de la productividad: la resiliencia, que permite a la persona restablecerse -y no solo eso- sino hacerse mejor, después de sufrir la adversidad de esta época de especial carga de trabajo y estrés, ya que esta competencia le permite aprender de la experiencia y adoptarla como parte del background para tomar mejores decisiones.
La resiliencia se fomenta remodelando el pensamiento, pues nos rehacemos si nos vamos contando la historia de los acontecimientos presentes en clave de éxito y no de fracaso. Levantarse, rehacerse de cualquier adversidad o estrés resulta entonces más fácil.