Para trabajar bajo este modelo es necesario identificar y contar con la participación de diversos actores que compartan un mismo propósito y que puedan aportar valor, desde su escala y conocimiento, en la búsqueda de soluciones que lleven a alcanzar los objetivos.
Uno de los actores relevantes en este sentido es el sector privado, ya que cada vez más las empresas entienden el gran papel que desempeñan para promover sociedades prósperas, por lo que la acción colectiva les ayuda a encontrar oportunidades para mejorar los entornos en los que operan y así beneficiar a la sociedad y al medio ambiente.
Asimismo, gobiernos, ONG’s, activistas y sociedad en general, son también actores necesarios para poder construir iniciativas de trabajo colaborativo que rindan frutos y abran la puerta a nuevas ideas y conocimientos, y transformar o contribuir a problemáticas fundamentales en común.
Algunos de los beneficios adicionales de los que he sido testigo, en el caso específico de las empresas, es el gran valor que tiene para los consumidores que las compañías abanderen causas sociales, pues esto ayuda a generar preferencia y confianza entre ellos; además, los colaboradores también se ven impactados, pues se promueve el optimismo y la colaboración entre los miembros que la conforman.
Las empresas se encuentran en un momento clave, donde las que busquen colaborar con otros actores de la sociedad formarán parte de una nueva tendencia capaz de mover la aguja y agilizar la agenda de sus comunidades.
Ante este escenario es primordial comenzar a fomentar la acción colectiva en nuestras compañías, no sólo de forma externa, sino con público interno, contagiando las ganas y el impacto positivo que cada uno puede crear gracias a la colaboración.