La campaña de Biden se cimentó en la base del contraste con Donald Trump. La gestión de su antecesor se caracterizó por políticas más cerradas hacia la entrada irregular de personas, como un refuerzo de la seguridad fronteriza, programas como “Permanece en México”, el intento de eliminar la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, así como limitar las solicitudes de asilo.
Al tomar posesión, muchas de las primeras acciones ejecutivas de Biden tenían como objetivo revertir estas tendencias y ofrecer una visión más humanitaria, receptiva y amigable hacia la migración. Sin embargo, los hechos parecieran replicar muchas de las acciones de Obama, quien fuere el presidente con más deportaciones, y hasta del mismo Trump.
El arribo de personas a la frontera puede superar récords de los últimos veinte años ( ver columna anterior ), rebasando la capacidad de alojamiento en los centros de detención y en los albergues en las ciudades fronterizas.
Por ello, a pesar de haber desmantelado el programa de “Permanecer en México”, han solicitado a autoridades mexicanas el apoyo para recibir a las personas adultas solteras y a las familias originarias del Triángulo Norte de Centroamérica (El Salvador, Guatemala y Honduras). Menores de edad no acompañados no son expulsados de Estados Unidos pero son hacinados en espacios pequeños y no reciben la atención adecuada. El flujo que intenta contener la represa se vuelve más fuerte para Biden.
Además de la necesidad de cumplir con las promesas de campaña, Biden recibe cuestionamientos y críticas por otros vectores. Las organizaciones de la sociedad civil y los grupos defensores de derechos humanos muestran señalan el riesgo de contagio de COVID-19 en los espacios donde son alojadas, así como las condiciones de peligro a las que se exponen estas personas en México.
Los legisladores republicanos – y algunos demócratas–, se oponen a cualquier iniciativa que intente relajar las medidas y permitir la entrada de más personas, por lo que un marco legislativo se ve complicado. Los gobiernos estatales y locales se han quejado por la falta de infraestructura para recibir a las personas que sueltan en ciudades fronterizas en la espera de la resolución de su solicitud de asilo. Finalmente, las mismas personas que votaron por él se decepcionarán si ven espejismos del pasado.
México juega un papel importante en esta situación. Por un lado, Washington pide a México recibir a aquellas personas expulsadas mientras dure su trámite. De esta manera conservan el discurso de facilitar las solicitudes de asilo sin tener que proveer servicios a las solicitantes. Por otro, se beneficiarían enormemente de una reducción de flujos provenientes del sur, por lo que la ayuda de México para controlar la entrada y el tránsito es sumamente valiosa.