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El lenguaje incluyente, ¿cuestión de gramática o ideológica?

¿Qué tanto el feminismo y la comunidad LGTB son ideologías dominantes a tomar en cuenta para cambiar el lenguaje?, cuestiona Josette Trespalacios.
vie 02 abril 2021 07:00 AM

(Expansión) - Buenos días, “ciudadanos y ciudadanas”, “todes”, “amigx”, “nosotres”, y la peor: “amig@s”: - “¿Cómo? No entendí.” - “Es lenguaje incluyente, dicen.” En efecto, son palabras que en los últimos tiempos han cobrado forma y se han impuesto como un nuevo modo de hablar sobre todo entre los más jóvenes, frecuentemente por escrito y en redes sociales.

Tienen el propósito – me contó un youtuber millennial de un millón de seguidores - de incluir no sólo a mujeres, sino a transexuales, panrománticos, no binarios, entre otras definiciones y posibilidades, antes inimaginables. Lo que parecía una moda pasajera, hoy además de generar polémica ha llegado a ser eje de debate de la Real Academia Española.

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“¡Ah! Pero… ¿Es necesario el lenguaje inclusivo, esto es: hablar de manera que la mujer y la comunidad LGBT se sienta incluida? Como asesora en comunicación, respetuosa pero conservadora en el uso del lenguaje y algunos otros hábitos, es una conversación que me incomoda – reconozco-, pero que siento imperativa la necesidad de reflexionar y tomar partido al respecto.

Veamos. Analicemos que esto me confunde. Las sociedades están formadas por estructuras materiales y simbólicas. Correcto. Ninguna comunidad humana puede existir sin entramados institucionales e imaginarios colectivos.

Ambas realidades son la condición de posibilidad de la existencia de cualquier sociedad, y de que ésta funcione con cierta armonía. No es suficiente con que las condiciones materiales existan, se necesitan también definiciones sociales que hagan posible que los individuos no cuestionen esas estructuras.

Entre esas dos realidades sociales, la simbólica y la material, tiene que existir congruencia, pues si no hay coherencia entre las estructuras sociales y los imaginarios colectivos sobrevendrá una crisis de legitimidad. Y con ello, los conflictos sociales.

En efecto, cada realidad social tiene como un correlato ideas que sirven para justificar su existencia. Así, históricamente, el uso de las palabras, expresiones o conceptos no son un hecho ajeno a la ideología dominante.

Con el lenguaje se construyen definiciones sociales. Y estas definiciones, desde las más simples como los proverbios o los prejuicios, hasta las más elaboradas, como las construcciones científicas, son parte central de lo imaginario pero que tienen como objetivo contribuir a la reproducción de las estructuras materiales. Y una de esas estructuras es la jerarquía de género.

Por eso, precisamente, en un momento en el que las mujeres no tenían derechos y la comunicad LGTB no estaba organizada como tal, la estructura patriarcal dominante necesitaba prejuicios, ideas, conceptos, teorías, doctrinas teológicas o filosóficas que aportarán legitimidad para consolidarse.

En otros términos, las definiciones de una sociedad son fabricadas en el seno de comunidades en las que existen relaciones de poder. En este caso, relaciones de poder patriarcal y excluyente. Y quien tiene el poder tiene el poder de la palabra. Por eso, en una sociedad patriarcal le corresponde un lenguaje sexista, misógino y excluyente de todas las variantes de género.

Actualmente, tanto las feministas, en contra del lenguaje patriarcal, como la comunidad LGBT, buscan legitimar su lucha, su existencia, su visibilidad y sus derechos a ser tomados en cuenta en igualdad de condiciones-.

Estemos de acuerdo o no, estas corrientes ideológicas o minorías han ganado gran terreno en el debate público e incluso están incidiendo en pautas conductuales que, de prevalecer en el tiempo, pueden generar cambios culturales acentuados.

En este sentido el lenguaje incluyente es la dimensión y la materialización simbólica que alimenta, sostiene y reconoce su existencia. Por ello es tan importante para estos colectivos la adaptación del lenguaje.

Actualmente ¿qué tanto el feminismo y la comunidad LGTB son ideologías dominantes a tomar en cuenta para cambiar el lenguaje?

En lo particular no me siento ofendida en el lenguaje patriarcal como lo empleamos actualmente. Creo que respondió a una época en la que yo ni siquiera había nacido. Me he encargado de ganar mi lugar como mujer y defender mis derechos con acciones concretas en el ámbito laboral, social, afectivo e incluso, reproductivo.

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El valor de la inclusión laboral en tiempos de crisis

Pero advierto que este análisis que me ocupa me orilló a reconocer que es un hecho que el lenguaje como lo conocemos hoy en día, y como lo reconoce la Real Academia Española, ya no refleja la realidad social.

Por una parte, es un hecho que la mujer, antes invisible, tiene ahora el derecho a votar, y es, cada vez más, tomada en cuenta en puestos de alto mando y en cuestiones de toma de decisiones, en organizaciones sociales, laborales y familiares. Por consecuente, no modificar el lenguaje sería negar esta realidad.

Confieso que no me creo todavía capaz de emplear el “trabajadores y trabajadoras”, pero definitivamente seré más sensible en la redacción de discursos y textos. Optaré tal vez por “trabajadores, incluyendo a hombres y mujeres por igual”. Seré con ello más congruente pero sobre todo seguiré siendo auténtica.

En cuanto a la comunidad LGTB, seré sincera. Considero que si bien es imperativo que se visibilice su problemática y se defiendan sus derechos, no he terminado de entender el entramado y el amplio abanico de matices que existen.

No analizaré en este caso la definición de cada una de sus vertientes. No es objeto de este texto, ni de este momento. Tendré que tomarme el tiempo para analizarlo con profundidad. Por ende, me limitaré por ahora a decir que no sería honesto de mi parte empezar a usar “amigues”.

Puedo tolerar, pero no puedo reconocer ni cambiar mi propio lenguaje en torno a algo que todavía no termino de entender, ni interiorizar, y cuyo debate y definición no termina de consolidarse. Identifico así todavía cierta confusión colectiva, deseo de pertenecer y poco rigor científico. Demos tiempo al tiempo.

Nota del editor: Josette Trespalacios es Directora de Taller de Ideas RP, consultora de comunicación. Es Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad Iberoamericana. Síguela en Twitter , Facebook y/o LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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