Para empresas y organizaciones es fundamental que enmarquen sus propuestas, proyectos y acercamientos en la lógica presidencial. Para ello es conveniente entender seis filias y fobias del presidente López Obrador:
1. La campaña permanente: los críticos del presidente se quejan de que parezca que sigue en campaña polarizando a México con un lenguaje divisivo y espíritu combativo. Interpretan erróneamente que la campaña de López Obrador terminó en 2018 al ganar la presidencia.
Al contrario, el presidente es un hombre en campaña permanente, siente que sólo con la movilización constante de sus simpatizantes y el ataque y descalificación que mantenga a sus adversarios a la defensiva puede alcanzar la transformación a la que ha sido llamado.
Su incesante campaña tiene un propósito doble, generar corrientes de opinión pública que respalden sus reformas y evitar que quien lo suceda las revierta. Por eso es un hombre impaciente que estará en campaña hasta el último día de su gobierno, o quizá, de su vida.
2. La raíz en el pueblo: AMLO se enorgullece de conocer al pueblo, hablar como él, representar sus intereses. Enfrenta los embates de enemigos y mantiene su claridad de propósito por su cercanía con el pueblo. En él se nutre su mensaje: “vengo del pueblo, soy del pueblo, el pueblo soy yo”.
Por eso recuerda cada pequeña población que ha visitado, desde San Quintín, Baja California, hasta San Juan Guichicovi, Oaxaca, y llena su discurso de anécdotas sobre los lugares más desconocidos de México. Con su conocimiento del país mantiene a sus adversarios a raya. No en balde, Ricardo Anaya ha copiado el libreto y viaja por México dándose baños de pueblo.
Adicionalmente, el concepto del pueblo de López Obrador es agrario, rural. Por eso se opone a minas, semillas transgénicas, glisofato, nuevas presas o aquello que afecte a las poblaciones rurales y destruya lo que considera la fuente primigenia de lo mexicano.
3. Desconfianza de la burocracia: para el presidente las estructuras de gobierno están más interesadas en defender privilegios del pasado que en ejecutar sus políticas. Se queja constantemente de lo difícil que es “mover el elefante” estatal. De ahí que haya creado cuerpos paralelos como los superdelegados y los Servidores de la Nación que, como apparatchiks cuatroteístas, se encargan de velar porque las iniciativas de gobierno sean aplicadas con la mayor pureza y actúan como informantes sobre potenciales desviaciones.
4. Mueran los intermediarios: su confianza en el pueblo y la desconfianza en las actuales estructuras de gobierno lleva a AMLO a diseñar programas que no dependan de estructuras estatales u organismos de la sociedad civil. Ha eliminado fideicomisos y programas, como guarderías o casas de refugio para mujeres que experimentan violencia familiar, que son operados por terceros. Esto explica también su oposición a los organismos independientes.
Si su mandato emana del pueblo y defiende sus intereses, no hay necesidad de INE, INAI, CRE, IFT o COFECE, cuyas funciones pueden ser absorbidas por dependencias gubernamentales. Estos organismos son redundantes, costosos y producto del neoliberalismo, dice AMLO, ¿para qué mantenerlos?