Sabemos que las exigencias del mundo profesional en la era contemporánea pueden ser abrumadoras. La alta competencia de los mercados, la necesidad de adaptarse al cambio de manera acelerada, y las crecientes demandas de las nuevas generaciones de consumidores representan desafíos relevantes.
Empero, lejos de aumentar la productividad, los horarios laborales interminables y el estrés relacionado con cargas abultadas de trabajo, con frecuencia desembocan en agotamiento físico y mental entre los colaboradores. El burnout es uno de los grandes males que amenazan la salud tanto de las personas como de las organizaciones.
Al hablar de espacios laborales óptimos, hay que considerar dos elementos: el área física y la atmósfera de sana convivencia profesional. Así, abordamos un aspecto objetivo y otro subjetivo.
En cuanto al primero, se refiere a la infraestructura suficiente y adecuada para el desempeño de las actividades profesionales; respecto del segundo, se trata de construir y mantener una comunicación fluida, ánimo de colaboración entre pares, y motivación para alcanzar metas comunes.
En palabras simples, las personas desarrollan mejor sus habilidades y talentos en la medida en que se sienten cómodas en un entorno determinado. Por el contrario, cuando el contexto que rodea a un individuo le hace sentir inseguro, difícilmente podrá mostrar sus capacidades, y es sumamente probable que su rendimiento se mantenga por debajo de las expectativas.
En los últimos años se ha popularizado el término “toxicidad” para señalar ciertas actitudes humanas en el ámbito social, así como en la arena laboral. Más aún, se acusa a las personas tóxicas de ser responsables de la improductividad o el conflicto dentro de las organizaciones.
Desde mi perspectiva, todos los colaboradores disponen de cualidades que pueden ser aprovechadas en beneficio de la empresa. Cada individuo tiene el potencial de aportar valor con base en su perfil, experiencia y atributos. En este orden de ideas, me parece que no existen personas tóxicas, sino espacios laborales deficientes.
Trabajar en un espacio funcional, bien iluminado, y con los recursos necesarios al alcance, nos permite concentrarnos en las tareas por hacer. A su vez, fomentar relaciones profesionales de respeto, empatía, y espíritu de equipo, fortalece el sentido de pertenencia que resulta tan importante para instaurar una sinergia colaborativa.