Estos datos son un ejemplo que aún hay mucho trabajo por hacer, pues es necesario entender que todos y cada uno de nosotros tenemos el mismo valor y derechos, sin importar creencias, ideologías, orientación e identidad sexual, etc., y nadie debería sentirse reprimido por ser quien es.
Sin embargo, y haciendo referencia al contexto antes mencionado, aún es difícil pensar que las culturas organizacionales estén totalmente abiertas al cambio. Es aquí donde encontramos la importancia de la tarea de los líderes organizacionales, quienes debemos generar los elementos necesarios para crear ambientes de cero tolerancia a la discriminación o abuso.
Hoy más que nunca, nuestra responsabilidad como líderes de las empresas es y siempre será el promover la inclusión para todos los colaboradores, donde se invite a la creatividad y a la libre expresión, logrando que las personas se sientan apreciadas y valoradas y al mismo tiempo, los equipos se vean beneficiados con el gran potencial y puntos de vista diversos que aportan todos sus miembros.
Para mí, la verdadera diferencia entre el discurso y la acción es trabajar desde la empatía, la cual nos permita conocer la perspectiva de los diferentes segmentos que representan a nuestra comunidad y así, entender las necesidades de cada uno de ellos para lograr beneficios que impacten en su bienestar y, de igual forma, también en la vida de nuestros consumidores.
De esa manera podremos desarrollar y poner en marcha políticas equitativas, empezando por generar procesos de reclutamiento trasparentes, y siguiendo durante toda su trayectoria en la compañía con iniciativas inclusivas. Así mismo, es fundamental brindarles seguridad a todos los colaboradores por medio de códigos y principios bien establecidos donde se prioricen siempre los valores como el respeto y la solidaridad.