Pero, como sucede en muchos casos, a los gobiernos les cuesta adaptarse a lo nuevo. El gobierno mexicano no está actualizándose al ritmo del cambio económico y social. Tiene que repensar las potestades fiscales, especialmente en un entorno post pandémico, como el que vivimos.
Tomemos el ejemplo de los impuestos a los llamados “pecados” o adicciones. En México se denominan Impuestos Especiales de Producción y Servicios o IEPS, en el mundo, Excise Taxes (del verbo excise, o deshacerse de algo). ¡Desde 1981 no han cambiado las tasas de impuesto a los distintos tipos de bebidas alcohólicas! La tasa en 40 años ha variado entre 50 y 53% en las de alto contenido de alcohol llamados también destilados, entre 19 y 30% en aquellos fermentados de uva y entre 25 y 26.50% en las fermentadas como la cerveza.
Todo cambió, menos la política tributaria aplicable a las bebidas con algún contenido alcohólico. Sin embargo, los impactos son brutales. En la parte económica, la industria ha crecido ininterrumpidamente y el consumo tanto de productos hechos en México como importados no ha dejado de crecer.
Vender destilados o fermentados es un buen negocio, independientemente de la marca, calidad o cantidad. Con las políticas tributarias y las públicas que tenemos, no es un buen negocio para el gobierno o la sociedad, en especial, para la salud pública.
Desde luego, el dinamismo de la industria atrae inversión, genera puestos de trabajo de manera directa e indirecta, en suma, genera crecimiento y por qué no, desarrollo económico. Pero también produce graves desequilibrios fiscales, impactos negativos en la sociedad, en la economía y, especialmente, en la salud.
Después de que elaboré un estudio en el 2018 sobre estos temas supuse que algunas cosas cambiarían para bien, pero después de que recién terminé un nuevo estudio sobre el impacto en la salud y las finanzas públicas del consumo de bebidas alcohólicas, confirmé que las cosas han empeorado.
En efecto, la industria va bien, resistió muy bien el impacto de la pandemia COVID-19 y el deterioro económico, en parte porque son bienes cuyo consumo varía poco y en parte porque el aislamiento no produjo, como lo podríamos haber previsto intuitivamente, personas más preocupadas por su salud.
La pandemia aceleró las adicciones en todos los frentes y el consumo de bebidas alcohólicas no es una excepción. Durante el 2020 las mujeres tomaron más que los hombres. Mientras que los hombres redujeron el consumo diario a menos de la mitad, las mujeres lo duplicaron. El consumo semanal y mensual aumenta en ambos géneros, pero el aumento en las mujeres en ambos rubros se duplica en el primer caso (semanal) y en el segundo caso (mensual) más que se duplica (de 1.9 a 4.4%).