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Nelson Mandela: “Nadie nace odiando a otra persona…”

Mandela no salió de la cárcel atacando a los blancos, tampoco hablando de odio y resentimiento; salió para ser electo en 1994 el primer presidente de color en Sudáfrica, recuerda Jimena Cándano.
sáb 17 julio 2021 07:00 AM
Mandela
Nelson Mandela pasó 27 años en la cárcel, literalmente picando piedra, siendo víctima de todo tipo de abusos y vejaciones, recuerda Jimena Cándano.

(Expansión) - No todos podemos decir que tuvimos la suerte de vivir en el mismo tiempo que uno de nuestros personajes más admirados y menos en una época donde son pocos las y los grandes líderes y muchos las y los falsos profetas.

Yo puedo decir que tuve la suerte de vivir en la misma época que vivió Nelson Mandela, hombre bueno como pocos, coherente y fiel a sus ideales hasta el final de sus días. Conciliador, pero también valiente, nunca tuvo miedo de levantar la voz, supo hacerlo sin violencia, reconciliador como pocos hemos visto, supo perdonar y seguir adelante sin sembrar odio, cambiando la realidad de su país y de muchas personas más.

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Nelson Mandela nació el 18 de julio de 1918 en Johannesburgo, Sudáfrica. Nace en un país donde las personas de color, población mayoritaria y nativa del país eran consideradas ciudadanos de segunda. En 1948 se instaura el apartheid, a través de un conjunto de leyes se da una segregación total entre “blancos” y “negros”, perdiendo estos últimos todos sus derechos, incluso prohibiendo su convivencia con personas “blancas”, negándoles el voto entre y otros muchos derechos.

En esta realidad vivó y creció Nelson Mandela, se dedicó a abogar por los derechos de la mayoría, fue un activista contra las leyes segregacionistas y en 1964 es condenado a cadena perpetua por traición y conspiración. Pasó 27 años en la cárcel, literalmente picando piedra, siendo víctima de todo tipo de abusos y vejaciones, por supuesto, fueron violados todos sus derechos humanos.

Este hombre que vivió segregación, racismo y odio, dedicó su vida a defender a su pueblo, a los más desfavorecidos, a alzar la voz ante la injusticia, fue encarcelado y perdió su libertad durante 27 años, en los que fue humillado, golpeado, insultado, denigrado y sufrió toda clase de actos innombrables.

Pero este gran ser humano no perdió la paz, la esperanza ni la capacidad de perdonar y conciliar. Tomemos como ejemplo lo que dijo al salir de prisión: “Nuestra marcha hacia la libertad es irreversible. No debemos permitir que el miedo se interponga en nuestro camino. El sufragio universal en función de los electores, así como en una única democrática y no racista Sudáfrica es el único camino a la paz y la armonía racial.”

No salió atacando a los blancos, tampoco hablando de odio y resentimiento, todo lo contrario, salió para ser electo en 1994, el primer presidente de color en Sudáfrica, electo por voto universal. Con un discurso inclusivo, donde para lograr el país que el imaginaba se necesitaba el trabajo unido y coordinado de quienes habían sido víctimas y quienes habían sido victimarios. Esto solo se podía lograr dejando atrás el odio, visualizando el perdón y la conciliación. Invitó a sus seguidores a perdonar y a los opresores a cambiar y unirse para lograr un mejor país.

Cuanta falta nos hacen en el mundo y en nuestro México hombres y mujeres que busquen la conciliación, que trabajen desde el amor, no desde el odio o el resentimiento, cuanto daño nos ha hecho el discurso de separación, de buenos y malos, de ellos y nosotros.

Necesitamos verdades como ésta que dijo Mandela y llevarlas a la práctica: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar. El amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario”.

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Necesitamos parar esta escalada de odio, necesitamos voltear hacia líderes que busquen la paz y la conciliación y si no los encontramos debemos convertirnos en ellos, al menos en nuestros espacios de influencia, no nos damos cuenta cuanto podemos cambiar el mundo si empezamos por cambiar nosotros. }

Exijamos concordia y paz, pero empecemos por ejercitarlas nosotros mismos, en nuestros entornos y en nuestras vidas. No copiemos aquello que queramos erradicar, no nos convirtamos en aquellos que destilan odio y resentimiento.

Quiero cerrar con este extracto de un discurso de Mandela en Durban, Sudáfrica 1999:

“Y a la vez sabemos que la paz es el arma más poderosa que cualquier comunidad o nación puede tener para lograr el desarrollo.

A medida que reconstruimos el país, nos mantendremos vigilantes contra los enemigos del desarrollo y la democracia, aunque se encuentren en nuestras propias filas. La violencia no nos acercará a nuestros objetivos.

Todos debemos preguntarnos: ¿he hecho todo lo que está a mi alcance para lograr una paz y una prosperidad perdurables en mi ciudad y mi país?”

Mucho nos queda por aprender de este hombre con el que compartimos tiempo y espacio.

Nota del editor: Jimena Cándano estudió la licenciatura de Derecho en la Universidad Iberoamericana. Obtuvo el grado de Maestría en Administración Pública con enfoque en Desarrollo Comunitario y Transformación Social en la Universidad de Nueva York. Actualmente es la Directora Ejecutiva de la Fundación Reintegra. Síguela en Twitter y en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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