Nelson Mandela nació el 18 de julio de 1918 en Johannesburgo, Sudáfrica. Nace en un país donde las personas de color, población mayoritaria y nativa del país eran consideradas ciudadanos de segunda. En 1948 se instaura el apartheid, a través de un conjunto de leyes se da una segregación total entre “blancos” y “negros”, perdiendo estos últimos todos sus derechos, incluso prohibiendo su convivencia con personas “blancas”, negándoles el voto entre y otros muchos derechos.
En esta realidad vivó y creció Nelson Mandela, se dedicó a abogar por los derechos de la mayoría, fue un activista contra las leyes segregacionistas y en 1964 es condenado a cadena perpetua por traición y conspiración. Pasó 27 años en la cárcel, literalmente picando piedra, siendo víctima de todo tipo de abusos y vejaciones, por supuesto, fueron violados todos sus derechos humanos.
Este hombre que vivió segregación, racismo y odio, dedicó su vida a defender a su pueblo, a los más desfavorecidos, a alzar la voz ante la injusticia, fue encarcelado y perdió su libertad durante 27 años, en los que fue humillado, golpeado, insultado, denigrado y sufrió toda clase de actos innombrables.
Pero este gran ser humano no perdió la paz, la esperanza ni la capacidad de perdonar y conciliar. Tomemos como ejemplo lo que dijo al salir de prisión: “Nuestra marcha hacia la libertad es irreversible. No debemos permitir que el miedo se interponga en nuestro camino. El sufragio universal en función de los electores, así como en una única democrática y no racista Sudáfrica es el único camino a la paz y la armonía racial.”
No salió atacando a los blancos, tampoco hablando de odio y resentimiento, todo lo contrario, salió para ser electo en 1994, el primer presidente de color en Sudáfrica, electo por voto universal. Con un discurso inclusivo, donde para lograr el país que el imaginaba se necesitaba el trabajo unido y coordinado de quienes habían sido víctimas y quienes habían sido victimarios. Esto solo se podía lograr dejando atrás el odio, visualizando el perdón y la conciliación. Invitó a sus seguidores a perdonar y a los opresores a cambiar y unirse para lograr un mejor país.
Cuanta falta nos hacen en el mundo y en nuestro México hombres y mujeres que busquen la conciliación, que trabajen desde el amor, no desde el odio o el resentimiento, cuanto daño nos ha hecho el discurso de separación, de buenos y malos, de ellos y nosotros.
Necesitamos verdades como ésta que dijo Mandela y llevarlas a la práctica: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar. El amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario”.