Segundo, los corporativos están obligados a dar mejores resultados financieros en función del talento, que es el eje de toda empresa, mientras que los trabajadores ponen cada vez más énfasis en la conjunción entre sus logros personales y profesionales.
Tercero, mientras las empresas transforman los procesos de Recursos Humanos (RH) para responder a su razón de ser -generar riqueza y desarrollo-, las personas están vinculando sus valores personales con los valores de las empresas. Antes estaban en un espacio de actuación diferente, ahora, al trabajar desde casa, se han vinculado de manera mucho más fuerte.
Posiblemente antes se comportaban de una forma en la oficina y otra en casa. Ahora la frontera esta totalmente desvanecida y tu familia conoce cómo eres en la oficina y viceversa.
Parece anécdota, pero no lo es. Quienes están al frente de las áreas de RH tienen que pensar más allá de dar a las personas sillas aptas para trabajar en casa al menos ocho horas como la tienen en nuestras oficinas.
Lo que está pasando es equivalente a que el telón del teatro se abra mientras se instala la escenografía o que Mickey Mouse se quite la botarga mientras un niño se toma la tan ansiada foto.
Además, pasamos del odio al llamado home office al amor de trabajar desde casa. Hay quien insiste, pero la gente no se vestirá igual al regresar a sus centros de trabajo cuando hayamos domado esta pandemia. Los empleados no aceptarán las mismas reglas y la etiqueta en la forma de vestir, actuar y expresarse, ya cambió.