Todas para proteger principalmente la salud y enseguida a la economía fueron frecuentes, sobre todo al inicio de la pandemia, la cual nos puso frente a dilemas éticos bastante complejos; más para unos, menos para otros.
Preguntas que, para todos, podrían o no crear incertidumbre, una incertidumbre propia de un virus cuyas características y efectos continuamos descubriendo.
Y por supuesto, así como ha sido a nivel sociedad y personal, en el sector laboral y al interior de las empresas no hay excepciones. Disminución de sueldos, recortes de personal, salir de casa para ir a trabajar y por esto tener más riesgo de contagio, entre otros, han sido las preocupaciones creadoras de incertidumbre y, por ende, de afectaciones psicosociales entre los colaboradores de las empresas que, entre otros, sobresale el de actuar o tomar malas decisiones por las razones correctas, que el fin justifica los medios, con un aumento considerable de casos en los últimos meses.
Tener un enfermo en casa y que, por satisfacer su salud, el adquirir una deuda económica, junto con los factores arriba mencionados, querido lector, ha sido un claro ejemplo de riesgo del factor humano en las empresas que ha llevado a los colaboradores a tomar decisiones erróneas. Y no es que sean personas malas, sino que simplemente están tratando de satisfacer la necesidad de salud de un tercero (o la propia) sin considerar en ese momento las afectaciones negativas de sus acciones. De nuevo, el fin justifica los medios.
Lo relevante aparece cuando las organizaciones investigan estos casos que se desarrollan dentro de ellas, se concluye que en la mayoría de las ocasiones los fraudes y sus defraudadores son considerados como de primera ocasión. En estos casos podría considerarse que la persona está tan enfocada en su necesidad económica y de salud que recurre a los medios necesarios (y no necesariamente lícitos) para conseguir los fondos necesarios cayendo justo en el principio Maquiavélico de que el fin justifica los medios y que eso no los convierte en criminales o malas personas… pero sí ocasionan un daño a las organizaciones que les dan empleo.
Y más allá de las afectaciones económicas a la institución, estas situaciones impactan en su reputación, en su integridad, además de que contribuyen a no lograr un ambiente laboral sano, primordial para un buen desempeño de todos los colaboradores.