Por azares del destino, los que nos podríamos quejar de que ya no hay combustibles y electricidad, nunca hemos sentido un temor semejante. Para los que nada tienen es muy probable que, ni la reforma eléctrica, ni la hecatombe en Europa del Este, trasciendan. Simplemente, esos mexicanos seguirán al margen, ya no se diga del mundo, sino de México.
Desde ya arranca la discusión de una reforma constitucional sin rumbo justo cuando el planeta gira al revés. Cuando la transición energética apuntaba a que los hidrocarburos podrían, más pronto que tarde, ser una cosa del pasado, Vladimir Putin a cañonazos nos demuestra que no es tan fácil vivir sin ellos. Si dudan, pregunten al miembro del Partido Verde alemán si pretende redactar manifiestos ambientalistas a la luz de las velas.
En el momento preciso en que hasta Elon Musk clama que necesitamos energía de todas las fuentes posibles, todas las fuerzas políticas –con Morena a la cabeza— podrían dejarnos con pocas o sin nada.
Sólo el liderazgo más miope, como el que por desdicha padecemos, pasa del hecho que en este momento en particular la inversión en energía es altamente competida. Y aquí, justo cuando deberíamos considerar seriamente la integración de mercados regionales, para hacer un contrapeso a Rusia y China, los congresistas se pondrán a discutir si México debe tener una canasta medio vacía o medio llena, que es en realidad lo mismo.
Los morenistas quieren llenarla de CFE, la cual, con sus carencias, no soportará las necesidades de un país entero en crecimiento. La oposición, mientras tanto, seguramente calcula que, con una negociadita por aquí, y otra por allá, la pueden dejar medio llena.
México sirve de ejemplo que mirar las cosas a medias –ya sean llenas o vacías—no es de optimistas o pesimistas. En cambio, aceptar sin más que las cosas queden a medias es de mediocres. Y el salto de la mediocridad a la bajeza es mucho más fácil que aquél de la mediocridad a la grandeza.