Este riesgo es consistente con un hecho observado. México no está creciendo, incluso, en comparación con los modestos resultados del pasado reciente (un avance promedio del PIB de 2.2% entre 2000 y 2017), el desempeño en lo que va de este sexenio queda a deber. La tasa promedio para el periodo 2018-2021 es un desastroso -0.4%. Siendo justos, hay que tomar en cuenta que han ocurrido choques tremendos. La gran pregunta entre los economistas es si los malos resultados que vemos son coyunturales – producto de una serie de choques adversos – o involucran un retroceso estructural.
Lo que llamo la prueba de las remesas apunta lamentablemente a lo segundo. Esta transferencia de ingreso es un rasgo distintivo de nuestro proceso de integración regional, pero no es el resultado de una política de promoción ideada por algún burócrata en Washington D.C. o en la Ciudad de México. De hecho, es difícil pensar en alguna política pública con resultados tan notables: los 51,580 millones de dólares (mdd) registrados al cierre del 2021 prácticamente duplican los 26,993 mdd que el país recibe en 2017.
¿Qué tanto se explica por el crecimiento de la economía de Estados Unidos? Como proporción del PIB de aquel país, las remesas incrementan su participación del 0.14% en 2017 a un 0.21% el año pasado. En el comparativo con el PIB mexicano, dicha participación se incrementa de 2.3% en 2017 a 3.8%. En otras palabras, el crecimiento de las remesas supera por mucho la dinámica de las dos economías involucradas.
Vale la pena hacer un simple ejercicio mental. Si la economía mexicana hubiera crecido al ritmo al que crecieron las remesas, nuestro PIB tendría hoy un valor cercano a los 2.2 billones de dólares (en lugar de 1.4 billones de dólares) y seríamos la economía número ocho del planeta.
¿Es válido torturarnos con este tipo de cálculos? Creo que sí. Cuando lo pensamos bien, lo que quiere decir es que hay un número muy importante de familias en México cuyo ingreso por esta fuente está creciendo a una tasa muy acelerada. Más preocupante, aún en presencia de una inyección de ingreso adicional por el equivalente a 1.5 pp del PIB en lo que va del sexenio, el mercado interno permanece débil.