Se repite así el libreto del 2017, pero en esta ocasión puede cambiar el orden de los ganadores. En ese entonces 11 candidatos figuraron en la boleta, frente a los 12 actuales. De esta docena, siete compitieron en la pasada jornada, mientras que los cinco restantes lo hicieron por primera ocasión.
Destaca, no obstante, que se hayan postulado cuatro mujeres, dos de las cuales abanderaron los partidos tradicionales, Socialista y Republicano, frente a las dos de hace cinco años y las tres de hace una década, que poco pudieron hacer en la recta final para ganar posiciones.
En el espectro de la derecha, la republicana Valerie Pecresse, presidenta del Consejo Regional de Île-de-France, terminó por debajo de Marine Le Pen y de Eric Zemmour, éste último con posiciones aún más radicales. Por su parte, el Partido Socialista encabezado por la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, obtuvo su peor desempeño electoral, quedando por debajo de los candidatos de los partidos resistamos, comunista y verde superando únicamente a Nathalie Artaud y Philippe Poutou.
Nuevamente Jean Luc Mélenchon fue el que mejor desempeño tuvo entre los progresistas y radicales de izquierda- él ahora fiel de la balanza- ¿hacia dónde irán los votos del tercer candidato más votado?
Estos resultados arrojan una primera lección: la crisis de los partidos tradicionales. Mientras que en Alemania, España y Portugal gobiernan los socialistas, en Francia se han caído a pedazos desde que Hollande, el presidente más impopular de la V República, dejó el cargo.
Por su parte, los republicanos no se han podido librar del lastre del juicio a Sarkozy, y poco a poco pierden parte de su base gaullista frente a un Zemmour que aboga por una reivindicación étnica al estilo Trump y defiende a Putin y Rusia, abogando por abandonar la OTAN. ¡Reconquista!, su partido, también se ha hecho de simpatizantes de Agrupamiento Nacional, siendo el caso más sonado el de Marion Marechal, sobrina de Marie le Pen.
Emmanuel Macron aprovechó nuevamente esta situación, y logró ser el más votado el pasado 10 de abril. Empero, sus posicionamientos centristas y programas de gobierno no resultaron ser tan acomedidos como él hubiera pensado.
Sus reformas laborales y de pensiones terminaron por generar una serie de huelgas y movilizaciones en su contra, cuyo punto culminante fue con los chalecos amarillos luego del alza a los precios de combustible y otras demandas por el alto costo de vida entre las clases medias empob r ecidas. De estas tres medidas sólo terminó por implementar una, la laboral, aunque retrasada a causa de la pandemia.
Curiosamente, fue la emergencia sanitaria la que elevaría la popularidad del presidente a raíz de la política del “cueste lo que cueste” para incrementar el presupuesto y salarios del personal del sector salud, salvar empresas y puestos de trabajo, dejando la ortodoxia presupuestaria -predominante al principio del quinquenio- muy atrás.
En total, las medidas de emergencia adoptadas en el bienio 2020-21 costaron 133.5 mil millones de euros, según el Tesoro francés, elevando a su vez el déficit y la deuda pública. Con tres cierres nacionales, una tasa alta tasa de vacunación, Macron salió de la crisis como un líder responsable.
No se debe dejar del lado la guerra en Ucrania, posiblemente el factor decisivo de cara a la segunda vuelta del próximo 24 de abril. Si bien el presidente y líder de ¡En Marcha! fracasó en sus intentos de mediación, su promesa por ser el primer país europeo en superar la dependencia de los energéticos rusos y de consolidar un proyecto de defensa europeo adicional a la OTAN, lo siguen catapultando frente a una Marine Le Pen cuyo partido tuvo financiamiento de un banco ruso años atrás, y que en su folleto de campaña, impreso antes de la invasión, presume de una reunión con Vladimir Putin, a quien ha calificado de “racional” e “impresionante”.