Hay argumentos a favor y en contra. Sobre este asunto no existe unanimidad ni en la literatura ni en la práctica. El asunto debe resolverse de acuerdo con las circunstancias de cada familia y de cada persona.
Sin embargo, sí es conveniente reflexionar sobre el criterio prudencial que aconseja no incorporar a los familiares políticos a la dirección de la empresa familiar, a menos de que existan fuertes razones para incorporarlos.
Estas razones pueden ser las siguientes: no hay en la familia familiares consanguíneos con el perfil adecuado o estos no tienen interés de dirigir la empresa familiar. En estos casos es posible conseguir un director externo y no incorporar al familiar político.
En todo caso, cuando se incorpora a un familiar político es indispensable que se hayan establecido, previamente, las condiciones de contratación, prestaciones, ingresos, reglas de evaluación de desempeño y, desde luego, las condiciones de salida, en su caso.
Y es muy conveniente que la decisión de su contratación y las condiciones de la misma sean establecidas por un comité externo y no solamente por “el suegro” o “la suegra“.
Si bien en general es aconsejable no incorporar familiares políticos a la dirección de la empresa, hay casos notables de éxito. En México tenemos varios como el de FEMSA.
Discutíamos este asunto con un grupo de empresarios españoles hace tres años, cuando uno de ellos interrumpió y dijo “yo soy el yerno, mi suegro era el presidente de la empresa y él, a su vez, heredó el puesto de su suegro, que a su vez había sido yerno del fundador. Ambos hemos multiplicado el tamaño de las utilidades de la empresa”.
Todos conocemos casos exitosos de familiares políticos en las empresas familiares, pero también conocemos muchos casos que han generado conflictos en la familia.
Hay requisitos para que funcione bien la contratación de un familiar político. El primero de ellos es que haya acreditado talento directivo y empresarial a través de una práctica profesional exitosa en una empresa fuera de la familia. Por otra, que lleve una buena relación con los miembros de la familia y los accionistas, de tal suerte que sea aceptado por todos ellos.
También, que no haya otros “aspirantes”, como nueras o yernos, que no tienen la capacidad ni el perfil adecuado y que podrían sentirse discriminados al no ser incorporados.
Cuando se invita a un familiar político para ocupar la dirección general, conviene que su línea reporte sea al Consejo de Administración y no a la figura de su suegro o suegra. Cuando ingrese a un puesto de dirección que no sea el del director general, conviene evitar que su jefe directo sea un miembro de la familia.