Todos estos esfuerzos son valiosos, y como puerta de entrada pueden desembocar en mayores acciones, resultados y/o impactos; sin embargo, sin un verdadero convencimiento de la alta dirección y, más aún, de los dueños e inversionistas de la empresa, su alcance estará limitado y no se llegará a una verdadera transformación de su modelo de negocio que lo haga compatible con la triple línea de resultados (económicos, sociales y ambientales).
Y es que hoy en día, más allá de acciones, programas, productos o servicios socialmente responsables, lo que necesitamos son nuevos modelos de negocio que, sin dejar de lado la rentabilidad, la productividad o la competitividad, apuesten por contribuir positivamente al desarrollo social, así como al cuidado y conservación del medio ambiente.
En estas dos esferas es en donde podemos encontrar cada vez mayores riesgos (y bien abordados, también oportunidades), para aquellas empresas que acepten los retos que implica la sostenibilidad corporativa.
Para empezar, se debe reconocer y aceptar que, por el simple hecho de operar, una empresa está generando impactos (positivos y negativos) a su entorno, ya sea por los productos o servicios que ofrece, los insumos que consume en sus operaciones, los residuos que genera, el destino de sus inversiones, o la relación que mantiene con proveedores, socios o distribuidores, entre otros.
Todos los impactos que de esto deriven deberán ser identificados y gestionados adecuadamente con la intensión de generar un valor tanto para la empresa como para sus grupos de interés, impulsando así la sostenibilidad del negocio y su permanencia a futuro.
Algo que abona en este sentido son los avances que se han dado en cuanto a la regulación y la exigencia en algunos mercados para que las empresas rindan cuentas y transparenten esta información, lo que ha desencadenado el desarrollo de diversas metodologías, guías y estándares para la medición y reporteo de la sostenibilidad.
Incluso ahora, del enfoque que se le está dando a cómo los temas relacionados con la sostenibilidad (por ejemplo, cambio climático, derechos humanos, anticorrupción, entre muchos otros) afectan el desempeño financiero del negocio a corto y largo plazo, información que resulta mucho más valiosa para analistas, evaluadores e inversionistas en general.