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La energía renovable que México está perdiendo

El primer punto de un decálogo serio de México ante el cambio climático tendría que ser dejar al margen la ideología, las obsesiones partidistas o personales y la política, considera Rodrigo Villar.
mié 06 julio 2022 06:12 AM
Renovables
Quizá no hay otro país con condiciones tan idóneas para impulsar la transición energética hacia fuentes y tecnologías limpias, y con ello, asegurar el abasto de su demanda futura e inversiones sin precedentes, apunta Rodrigo Villar.

(Expansión) - La seriedad con la que el gobierno mexicano se toma el desafío del cambio climático se refleja con nitidez en el recién presentado decálogo de acciones que dice seguir al respecto. No sólo presume que avanzamos hacia la autosuficiencia, no en energía renovable, sino en combustibles fósiles, gracias a sus inversiones en refinerías en México y en Texas, sino que, por otro lado, promete que la mitad de los vehículos que produciremos dentro de ocho años serán de cero emisiones de gases de efecto invernadero.

No parece haber problema con la contradicción: así se presentó en un “Foro de las Principales Economías sobre Energía y Clima”, ante líderes de varios países, incluyendo Estados Unidos.

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Ahí mismo se declaró que siempre sí cumpliremos con la meta de que, para el 2024, el 35% de la energía que consumiremos será limpia. Sin embargo, en el Programa para el Desarrollo del Sistema Eléctrico Nacional 2022-2036 (Prodesen), publicado en mayo, que en teoría es el principal instrumento de planeación del Sistema Eléctrico Nacional, con las estrategias y los objetivos de generación, transmisión y distribución, apunta a que eso no será posible.

De hecho, varias organizaciones ambientalistas han señalado que el Prodesen podría anclar a México a una infraestructura fósil contaminante por las próximas décadas y llevaría a incumplir con los compromisos del Acuerdo de París. Como antecedente, destacan que, según informes de la propia CFE, en los últimos dos años, el combustóleo casi ha llegado a representar el 14% de la canasta de energéticos para generación eléctrica en México, con un 144% de incremento. Al contrario, como es de notar, desde 2019 se cancelaron las subastas de abasto a largo plazo, que venían añadiendo unos 2,500 megawatts anuales de capacidad de generación renovable con dinero privado.

El gobierno postula que la CFE construirá un parque fotovoltaico de 1,000 mw en Sonora, aunque aún no hay presupuesto asignado y existen dudas fundadas de su viabilidad, por limitaciones para sacar los excedentes de generación. Además que celebró diálogos y compromisos con 17 empresas estadounidenses “para garantizar inversiones destinadas a generar 1,854 mw de energía solar y eólica”, y que, con ellas, explora construir granjas solares y redes de transmisión para exportar energía a California y otros estados.

Más allá de que es probable que esos “diálogos” más bien tienen que ver con negociaciones para evitar demandas por bloqueos a inversiones ya realizadas o avanzadas, llama la atención que no se incluya la medida más efectiva y asequible para tener resultados a corto plazo: desbloquear capacidad renovable ya instalada de más de 2,000 mw, frenada por el propio gobierno. Para que quedaran los 10 puntos, podría sustituir al de “Sembrando Vida”, que según ha reportado el World Resources Institute, lejos de demostrar ahorros en captura de carbono, podría estar dejando un saldo neto de deforestación y más emisiones con las quemas de bosques.

El problema es que entre “diálogos”, discursos y decálogos para conferencias, el tiempo pasa. Efectivamente, quizá no hay otro país con condiciones tan idóneas para impulsar la transición energética hacia fuentes y tecnologías limpias, y con ello, asegurar el abasto de su demanda futura e inversiones sin precedentes, con efectos sustantivos en el crecimiento y el empleo. Lamentablemente, todo eso está detenido por la política, con un incalculable costo de oportunidad generacional.

El Laboratorio Nacional de Energía Renovable (NREL) del Departamento de Energía de Estados Unidos publicó recientemente un informe que concluye que, con los recursos solares y eólicos con que cuenta México, más la continua reducción del costo de la generación renovable y la posición geoestratégica, nuestro país tiene todo para ser una potencia internacional de energía limpia. Con ello, también podría consolidarse como eje industrial sostenible, en el marco del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).

Según el NREL, un rápido crecimiento en el despliegue de energía renovable podría permitir al país alcanzar su meta de generación limpia del 35% del total en 2024: de no ser por los obstáculos actuales, podría atraer inversiones por 17,000 millones de dólares a corto plazo, y con ello, generar 72,000 empleos de tiempo completo. Un círculo virtuoso: crecimiento sostenible, mayor acceso a la energía para la población y las actividades económicas, reducción de costos para consumidores, empresas y gobierno, y mejorar la confiabilidad y la resiliencia del sistema eléctrico. Incluso podríamos empezar a exportar electricidad a Norte y Centroamérica.

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Eso sería apenas el comienzo. De acuerdo con el estudio, el potencial técnico nacional incluye 24,918 gigawatts de energía solar, 3,669 gw en eólica, 2.5 gw en geotermia convencional y 1.2 gw de capacidad adicional de las instalaciones hidroeléctricas existentes. Combinado, sería suficiente para satisfacer 100 veces las necesidades de electricidad actuales del país.

Lo mejor es que hay mucho dinero en el mundo dispuesto a invertir en ello y este potencial es compatible con los objetivos que nuestro gobierno dice tener de llevar prosperidad al Sureste. Esta región podría convertirse en el motor de energía limpia más importante de México: su potencial en energías solar, eólica, geotermia e hidroeléctrica sería suficiente como para abastecer de energía limpia al resto del país y Centroamérica.

El problema es que llevamos tres años en sentido contrario, con hostigamiento a la inversión que ya se ha hecho y ahuyentando a la potencial. Para cambiar esa tendencia, el primer punto de un decálogo serio de México ante el cambio climático tendría que ser dejar al margen la ideología, las obsesiones partidistas o personales y la política, para, en cambio, actuar con responsabilidad, realismo, visión y pragmatismo.

Nota del editor: Rodrigo Villar es un emprendedor social y Socio Fundador de New Ventures, donde busca transformar la manera tradicional de hacer negocios y crear un nuevo modelo empresarial que perciba el impacto como status quo. Cuenta con un MBA del Royal Melbourne Institute of Technology y estudió la carrera de Contabilidad y Administración Financiera por el Tecnológico de Monterrey. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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