En ese sentido, mi pasión por los “grandes fondos” y mi experiencia en la conducción de una empresa tecnológica me han permitido ver que las enormes coincidencias entre estas dos actividades no son pocas y, a su vez, las lecciones por aprender son muchas; correr no es una batalla contra la competencia, sino contra uno mismo.
Es una experiencia extremadamente personal, una batalla contra tu propia mente y cuerpo que obliga a esforzarse más y poner a prueba la voluntad; y al mismo tiempo, en los negocios, si no muestras de qué estás hecho, la competencia habrá de aniquilarte sin el menor recato.
Son los años los que me han dado oportunidad de percatarme que esta sensación de reto, siempre se encuentra presente en el running; pero también “en la carrera de la vida” y “la vida en la empresa”. Tan es así, que requieren en la misma medida una suerte de estrategia, planificación y control que haga posible sacar el mejor partido de los recursos con que se cuente en cada caso. Por ello les compartiré cinco máximas para navegar exitosamente entre estos dos mundos.
Motivación: La motivación no es más importante para el deporte que para los negocios; y es que sentir de forma permanente la necesidad de superar a los rivales y alcanzar nuevos objetivos surge como un instinto primario; pero hay que establecer que la motivación puede ser variable, ya que no siempre se tienen los mismos alicientes. Este punto es básico porque cuando los ánimos flaquean, mantener contacto permanente con un buen líder, renovará los bríos por acceder a lo nunca hecho.
A su vez, es de primordial importancia conocer a profundidad a todos los miembros del equipo y, desde luego, sus necesidades; ya que no es lo mismo una persona joven -que a la vez está en un periodo de estudio-, con respecto a otra persona que tiene mucha experiencia en el sector y enfrenta, por lo mismo, retos muy distintos aun desempeñándose en la misma posición. Aquí, el desafío es diferente para cada uno. La motivación también deberá serlo.
Estrategia: Se trata de la columna vertebral de todo proceso, por lo tanto, un movimiento que se da aisladamente, carece de estrategia. Y quien toma a la ligera a sus adversarios, inevitablemente acabará derrotado. Por lo tanto, es de la mayor relevancia, tanto en la pista como en la empresa, crear un plan específico de actuación, que nos proporcione las mayores posibilidades de lograr el éxito que buscamos.
Parafraseando a un Ejército, un esfuerzo victorioso gana primero y entabla la batalla después. Esta es la diferencia entre los que tienen estrategia y los que no tienen planes premeditados; por ello podemos decir que un Ejército derrotado entabla primero la batalla y piensa en la victoria después. Craso error.