En el ámbito internacional, más de 190 países firmantes del Acuerdo de París se han comprometido a adoptar medidas progresivas, en ciclos de cinco años, orientadas a disminuir la emisión de gases de efecto invernadero y con ello contribuir a la gran meta que consiste en limitar el calentamiento global a menos de dos grados centígrados, tomando como referencia los niveles preindustriales.
El camino trazado se pretende construir a partir del desarrollo de tecnologías que permitan la ampliación en el uso de fuentes de energías limpias y renovables, que de una vez por todas sustituyan al actual sistema de energía basado en combustibles fósiles. Con insistencia escuchamos en diversos foros de opinión pública que es urgente avanzar en la conversión energética para asegurar la continuidad del planeta y mejorar las expectativas de vida de nuestros descendientes.
Nadie en su sano juicio puede negar la contundencia moral de esta aspiración, sin embargo, en un mundo desigual los casos y las posibles soluciones pueden ser diversas. ¿Están todos los países capacitados para llevar a cabo esta transición energética? ¿Debemos considerar el derecho de las actuales generaciones de jóvenes a su desarrollo pleno, para lo cual requieren hoy, no mañana, de países prósperos que forjen las oportunidades adecuadas para la inserción laboral y el emprendimiento? ¿Cómo podemos conciliar las necesidades de desarrollo de las naciones del presente y del futuro de forma equitativa y sustentable?
La transición energética tiene múltiples vertientes y puntos de partida. Los países europeos llevan más de medio siglo aplicando políticas comunes para avanzar en modelos de desarrollo económico cada vez más orientados hacia la sostenibilidad que, no obstante, han sido insuficientes para evitar que saliera a la luz su vulnerabilidad como consecuencia del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania.
Frente a esta emergencia, las principales economías europeas están intentando llegar a acuerdos para sustituir de manera conjunta las compras de gas y petróleo ruso en el corto plazo, y acelerar las inversiones necesarias para alcanzar la autosuficiencia energética.
Estados Unidos y China son los principales consumidores de combustibles fósiles y los que más generan gases efecto invernadero, pero también son los países que actualmente están haciendo las mayores inversiones en el desarrollo de fuentes de energía renovables.