En aquel momento faltaban 15 años y no se veía imposible ir cumpliendo la hoja de ruta, a la que se sumaron empresas, academia y las organizaciones de la sociedad civil. Ahora, cuando nos quedan poco más de siete años para llegar a la meta, estamos más lejos que nunca de haber logrado lo acordado.
Si bien es cierto que nadie podía prever una pandemia –que le quitó casi tres años de acción al plan–, tampoco se avizoraba la efervescencia y la incertidumbre a nivel político y económico que vivimos hoy. Tampoco estaba en ningún escenario la posibilidad de una guerra en la medianera de Europa, ni más ni menos que con Rusia como protagonista.
Si revisamos la agenda, hay retroceso al menos en seis de los 17 objetivos de desarrollo sostenible (conocidos como los ODS): hambre cero, trabajo decente y crecimiento económico, ciudades y comunidades sostenibles, acción por el clima, vida de ecosistemas terrestres y paz, justicia e instituciones sólidas. Algunas metas lograron no estancarse, como la caída en la mortalidad infantil y un mayor acceso a la electricidad, a la telefonía móvil y a internet.
La meta de achicar la brecha entre los más pobres y los más ricos fue uno de los puntos en los que peor quedaron los objetivos (en buena parte, culpa del COVID-19): según la Organización Mundial del Trabajo, el desempleo mundial este año llegará a los 207 millones de personas, unos 21 millones más que en 2019. La pandemia dejó a 77 millones de seres en situación de pobreza, incluso entre quienes tienen empleo. La proporción de trabajadores que viven en la pobreza extrema subió del 6.7 % en 2019 al 7.2 % en 2020.
En desigualdad, el panorama también es sombrío. En 2020 aumentó el número de individuos viviendo en pobreza extrema, de 119 a 224 millones, el primer incremento de la pobreza a nivel global en 21 años. Según Oxfam, las fortunas colectivas de las 10 personas más ricas del mundo aumentaron en los dos primeros años de la pandemia a más del doble: de 700,000 millones de dólares a 1.5 billones. En el mismo lapso, los ingresos del 99% de la población mundial bajaron y más de 160 millones de personas cayeron en la pobreza.
Combatir el hambre ya suena a quimera más que a objetivo. La invasión rusa a Ucrania le sumó un componente extra a la débil seguridad alimentaria de los países firmantes. Kiev y Moscú son líderes globales en la producción de cereales básicos y fertilizantes.