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#Entrelíneas | Censo agropecuario 2022. No son rosas, es amapola

El Censo Agropecuario 2022 es una buena noticia, pero sobre todo resulta estratégico a raíz de los resultados que arrojará que permitan tomar acciones para ‘sembrar’ un futuro con mejores condiciones.
lun 26 septiembre 2022 11:59 PM
agricultura alimentos de exportacion
El Censo Agropecuario 2022 se enfrentará a un reto: levantar información en zonas rojas. El narco es un factor que puede complicar la posibilidad de tener un retrato claro del campo mexicano, apunta Jonathán Torres.

(Expansión) - El campo mexicano carga con algunos misterios. ¿Dónde, cómo, quién, qué se produce con exactitud en México? El mejor mecanismo para desvelarlos es el Censo Agropecuario.

El primero ocurrió en 1930. En tiempos relativamente recientes, se registraron otros en 1970, 1981 y uno más en 1991. Pasaron muchos años y fue hasta 2007 cuando se levantó otro censo. Ahora, el pasado 19 de septiembre arrancó el Censo Agropecuario 2022.

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Así, la historia a fondo del campo en nuestro país se caracteriza por censos aislados, fotografías de un momento, lo que de alguna forma ha impedido que se tengan (y se sostengan) políticas públicas de largo aliento. Lo que se ha aplicado de manera frecuente son las Encuestas Nacionales Agropecuarias, pero dada su naturaleza carecen de la desagregación que nos permita contar con la película a detalle que vive el sector.

Entonces, hay muchas cosas que desconocemos del proceso de transformación que ha vivido nuestro campo. Por eso, el Censo Agropecuario 2022 es una buena noticia, pero sobre todo resulta estratégico a raíz de los resultados que arrojará que permitan tomar acciones para ‘sembrar’ un futuro con mejores condiciones para todos.

No estamos frente a una batería de preguntas y respuestas que se las llevará el viento. Gracias a este censo sabremos, por ejemplo, cuántos productores tienen acceso a financiamiento, si están utilizando semillas mejoradas, sus niveles de ingresos, qué tecnología usan; también, qué pasa con los jornaleros, los efectos de la migración y dónde están las zonas en las que la producción agrícola depende principalmente de las mujeres.

El Censo Agropecuario 2022, además, se inserta en un momento clave para ubicar el estado que guarda la productividad del campo mexicano y qué elementos tenemos para aumentar la producción de alimentos tomando en cuenta que, para 2050, México tendría una población de 150 millones de personas. Por lo tanto, urge tener un panorama claro para diseñar políticas públicas que nos permitan enfrentar la coyuntura y más allá.

“Esperamos que este censo refleje esa película que hoy vivimos en el sector y que el gobierno pueda redireccionar las políticas públicas que permitan una mejora en el agro”, dice Luis Fernando Haro, director del Consejo Nacional Agropecuario (CNA). “Hay una parte del campo, sobre todo de pequeños y medianos productores, con un atraso en el uso de nuevas tecnologías. También, necesitamos ubicar los polos de desarrollo agrícola y las oportunidades que podríamos integrar a las cadenas productivas”.

Hay cosas que ya se saben del campo. Por un lado, hay un campo exitoso, exportador, que usa tecnología, tiene acceso a financiamiento y puede presumir de certificaciones internacionales de inocuidad. Hay otro en transición, con productores medianos, que empieza a ser reconocido por su producción de granos y oleaginosas. Y está el otro campo que vive atrapado por el clientelismo político y está sujeto a otras amenazas.

Y es aquí donde esta historia tiene su punto de inflexión.

El Censo Agropecuario 2022 se enfrentará a un reto: levantar información en zonas rojas. El narco es un factor que puede complicar la posibilidad de tener un retrato claro del campo mexicano. El INEGI, no cabe la menor duda, cuenta con la experiencia y reconocimiento para censar, pero hay ciertas zonas en las que preguntar puede ser una cuestión de vida o muerte.

Hace unos días, en entrevista con Carmen Aristegui, Graciela Márquez, presidenta del INEGI, informó que no hay censo que valga la vida de los censores y las censoras, que el Instituto cuenta con las herramientas para manejar situaciones conflictivas sin poner en riesgo a ninguno de sus funcionarios y que estos gozan del reconocimiento de todas las esferas de la sociedad mexicana para hacer su labor; de todas.

“No han sido pocas las ocasiones en las que en zonas muy conflictivas, incluso, personajes de la delincuencia dicen: ‘Son los del INEGI, con ellos no hay problema’. No te puedo decir que eso sucede todo el tiempo pero sí hay un reconocimiento a que nuestra labor es para fines estadísticos”, dijo.

Nadie sabe el grado de involucramiento del narco en el campo. No existen cifras exactas que nos permitan determinar la superficie total de territorio sembrada con amapola, coca, marihuana. Se habla de miles de hectáreas. Se tiene claro que el campo se ha reconfigurado ante la violencia, la presencia de grupos del crimen organizado y los cultivos ilícitos. Se sabe que la vida de muchos campesinos ha cambiado para su desgracia.

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“La película (del campo) que teníamos en 2007 era muy distinta a la actual. Tenemos zonas de producción en donde desafortunadamente el crimen organizado está controlando la plaza. En algunas zonas podría ser difícil obtener información, la tecnología (imágenes satelitales) podría ayudar a solventar ese obstáculo, pero sí creo que el levantamiento del censo será complicado, riesgoso o no será permitido”, afirma Luis Fernando Haro.

Hay algo más: no será posible determinar con exactitud qué se cultiva en ciertas zonas. En la entrevista ya citada, Graciela Márquez explicó que el personal del INEGI anota lo que los ‘informantes’ responden de tal forma que, aún y cuando los censores observen que ahí se siembra amapola, si el ‘informante’ dice que son rosas, son rosas. “Tenemos un enorme respeto por nuestros informantes, anotamos lo que nos responden. No somos la autoridad, no preguntamos si los cultivos son lícitos o ilícitos, sino el número de hectáreas cultivadas. Nosotros no juzgamos al informante”.

Dicho lo anterior, algunos de los apartados del Censo Agropecuario 2022 darán cuenta de hectáreas en las que, según los ‘informantes’, se cultivan rosas, cuando en realidad se trata de amapola o cualquier otro cultivo ilícito; será en los “metadatos” y en la sección “otros cultivos” donde el personal de INEGI informará de las dificultades y hallazgos que registró durante el levantamiento de información.

Como sea, hay que colocar las cosas en la dimensión que corresponde.

El Censo Agropecuario 2022 es una herramienta para acercarnos al proceso de transformación del campo mexicano; habrá que esperar que el gobierno, ya con los resultados en mano, tome acciones para enfrentar los nuevos tiempos. Pero, también, un misterio no será resuelto; aquel que obliga a muchos productores a vivir pensando que sus días están contados.

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La semana pasada, el Presidente de la República se reunió con empresarios de la industria de los alimentos para mantener los precios en 24 productos básicos. El llamado fue aceptado por grandes empresas. Otras, en cambio, sostienen que la inflación es como una soga en el cuello. Así, aumentar o no los precios dependerá de las condiciones que registre cada empresa. El consumo, entonces, seguirá estresado y castigado.

Nota del editor: Jonathán Torres es socio director de BeGood, Atelier de Reputación y Storydoing; periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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