Las lecciones que comienzan para crear capacidades internas mayores en sentido de ciberseguridad son varias y empezarán a emerger en los días venideros. Primero debemos hacer especial énfasis en que, si a los cuerpos de defensa encargados de la seguridad nacional los han vulnerado, ¿qué se espera de un usuario común, una empresa, una institución bancaria? Quizá la más nula e inexistente conciencia de ciberseguridad y el valor de su información.
No es lo mismo hablar de ciberseguridad en una escala empresarial -donde hay lineamientos, directrices, políticas, y ejemplos de recuperación post incidentes-, que hablar de una vulneración escala seguridad nacional; aquí no se permite siquiera el hecho de hacer un contraste o comparación, eso simplemente denotaría la inexperta de una opinión vertida. La seguridad nacional en materia de ciberseguridad funciona de manera distinta, con matices de impacto mayores y daños muchas veces irreparables.
Se habla de que a raíz del golpe digital a la Sedena, se requiere dar impulso a la iniciativa del “Centro Nacional de Seguridad Cibernética”, la cual ya ha tenido un avance; sin embargo, estamos lejos de poder hablar de una entidad así, pues para hablar de infraestructura se requiere presupuesto e inversión, no austeridad.
Para hablar de legislación, se requiere política pública, no dejar en el olvido lo que se ha construido en años anteriores como la Estrategia Nacional de Ciberseguridad, en la cual colaboró directamente la OEA para fortalecer las capacidades de ciberseguridad del Estado mexicano.
Para los oportunistas que piensan que esto será la solución a todo, están muy lejos de razonar que se carece de una temática que logre salvaguardar áreas relacionadas a la ciberseguridad, en estos niveles no es como instalar un antivirus o vender una solución de seguridad, se trata de pensar en las capacidades internas de un país y los matices políticos que impregnan en la actualidad, bajo el entendimiento de la consolidación de políticas públicas como base de todo.