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Balotaje en Brasil, ¿hacia un empate técnico?

El balotaje del 30 de octubre en Brasil bajo el ticket Bolsonaro-Lula exhibe una la lucha encarnizada entre dos modelos distintos y polos adversarios que discrepan entre democracia y autocracia.
mié 19 octubre 2022 12:01 AM
Combinación de fotos del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y el expresidente brasileño, Luiz Inácio Da Silva.
Aunque Lula da Silva (der.) sigue arriba en los sondeos, la sólida actuación de Jair Bolsonaro en la primera ronda hace suponer que el margen de error en el apoyo al presidente en las encuestas pueda ser mayor, señala Rina Mussali.

(Expansión) - La extrema polarización política es dueña de nuestros tiempos. Sociedades divididas y antagónicas pasan por delante de nuestros ojos augurando conflictos irrestrictos, guerras civiles e inestabilidad crónica. En nombre de la rivalidad ideológica se vale todo: asaltar el pacto de civilidad, el imperio del derecho y la degradación de las instituciones, al tiempo de minar el status democrático y secuestrar el paraguas de derechos y libertades ciudadanas.

¿Cómo asegurar la gobernanza política cuando privan sociedades que portan principios y valores opuestos y que de manera anticipada descuentan el valor de los acuerdos y consensos? El balotaje del 30 de octubre en Brasil bajo el ticket Bolsonaro-Lula exhibe esta ecuación: una la lucha encarnizada entre dos modelos distintos y polos adversarios que discrepan entre democracia y autocracia. Precisamente la fórmula en boga que sella el carácter de la política internacional contemporánea y que amenaza con dividir geopolíticamente al mundo en una nueva Guerra Fría.

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Brasil parecía haber dejado atrás el peso del Ejército, los golpes de Estado y la dictadura militar. Después de tres décadas de estabilidad política y un período de creciente prosperidad económica, el país enfrenta quizás la mayor crisis de su historia reciente. Desde 2013, una sucesión de eventos ha contribuido a pigmentar la política: altos cargos envueltos en redes de corrupción, malversaciones, acusaciones y destituciones, propagación de noticias falsas, cacerías y juicios políticos que han generado un estado de intolerancia y polarización, al tiempo de presentar crecientes violaciones y amenazas a los derechos políticos y sociales e individuales.

En la antesala del balotaje, los dos campos de batalla lucen trenzados por el odio, la violencia y el hostigamiento, una mezcla de ingredientes que, de perder el oficialismo, pone en duda la transición pacífica del poder en la primera economía de América Latina; un país del G20, miembro de los BRICS, e integrante del Consejo de Seguridad de la ONU como miembro no permanente. Desde el inicio de la campaña, el 16 de agosto, hasta el viernes 30 de septiembre, dos días antes de la primera vuelta, Agência Pública, un ente de periodismo de investigación brasileño, mapeó y verificó 75 incidentes de violencia contra investigadores, votantes, candidatas, candidatos y periodistas.

Mientras que el actual presidente, Jair Bolsonaro, se obstina en conquistar la reelección mediante el entusiasmo mostrado hacia las armas, los agronegocios, la explotación ambiental a favor de la minería, la supremacía moral, la reivindicación nostálgica de la dictadura, así como su alianza tácita con Trump y Bannon, Lula da Silva aboga por recuperar la talla democrática, la legitimidad institucional, una conservación del Amazonia, frenar la desigualdad, así como desarrollar una política exterior apegada al multilateralismo que reclame el lugar del país sudamericano en el mundo.

Bolsonaro ha puesto en entredicho la integridad electoral. Insinuó que de “ser necesario iremos a la guerra” y que la jornada electoral “sólo puede tener tres resultados posibles: mi arresto, muerte o victoria”. La pregunta es pertinente, ¿de perder por un estrecho margen, será posible ver una insurrección electoral en Brasil, al estilo del asalto al Capitolio en Estados Unidos? No hay que olvidar que el partido de derecha conservadora y radical de Bolsonaro resultó ser el más votado en el Congreso, y que, junto con otros partidos aliados, tendrán mayoría. Además, conquistaron emblemáticas gubernaturas, incluyendo el respaldo del gobernador reelecto de Minas Gerais.

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Aunque Da Silva sigue arriba en los sondeos, la sólida actuación de Bolsonaro en la primera ronda hace suponer que el margen de error en el apoyo al presidente en las encuestas pueda ser mayor, o su pronóstico final impreciso, considerando el voto oculto y/o secreto anti-Lula. Bajo una creciente personalización de la política, es que la sociedad se ve cada vez más dividida, y con toda intencionalidad, Bolsonaro lo promueve en esta segunda etapa de campaña.

Anne Applebaum pregunta acertadamente, ¿cómo obtener la justa medianía política cuando las propuestas convencionales y centristas ya no generan entusiasmo? Esta incógnita, combinada con la tendencia global de erosión a la democracia, o sus amenazas por fuerzas nacionalistas y/o autoritarias en los últimos años, sugiere que después de las elecciones, la resiliencia democrática en Brasil será puesta a prueba fuera de las urnas con mayores narrativas extremistas, episodios de violencia y cuestionamiento de los principios.

Nota del editor: Rina Mussali es analista internacional y coordinadora de la Unidad de Estudio del COMEXI referente a la “Guerra Rusia – Ucrania”. Síguela en Twitter , Facebook y en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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