La “cercanía geográfica” comprende la relocalización de los centros de producción a sitios inmediatos al consumidor final, con proximidad a las oficinas matrices. Se trata de transferir operaciones comerciales a un país cercano, acortando las cadenas productivas. La guerra comercial entre Estados Unidos y China y la caída del nivel de producción por los recurrentes confinamientos en ciudades-fábrica como Shanghái, han acelerado el desplazamiento.
Datos de la Oficina del Censo de Estados Unidos indican que nuestro país se colocó en agosto como su primer socio comercial superando a Canadá y China, con un volumen de 70,300 millones de dólares (mdd), de los que las importaciones provenientes de nuestro país alcanzaron los 40,300 mdd, un incremento de 25.6% respecto al mismo mes de 2021, mientras que las exportaciones estadounidenses hacia México sumaron 30,000 millones.
La escasez de microcomponentes, acero, vidrio y otras materias primas, trastocaron los procesos de producción globales y generaron un incremento en los precios de los bienes de consumo, pero también desafección de consumidores que han tenido que esperar por meses la entrega de un vehículo o computadora. Esta circunstancia alentó el regreso de empresas a sus países de origen o ubicaciones que cuentan con facilidades en el transporte, mano de obra especializada o proveedores cercanos.
México tiene una posición envidiable al respecto: comparte frontera con el mercado más grande del mundo, pertenece a un área geográfica común con aranceles preferenciales entre las naciones de América del Norte; tiene un eficiente desempeño en las industrias maquiladora y automotriz, bajos costos laborales y mano de obra bien valorada por su destreza y habilidad.
No es que las multinacionales estén abandonando China en racimo, más bien analizan alternativas que eliminen los riesgos de la lejanía geográfica entre la producción y el consumo de bienes abatiendo costos, ante ello la opción que se les presenta es relocalizar sus plantas.
Esta tendencia ha representado para la economía mexicana mayor demanda e inversión extranjera, como lo explica el hecho de que en el primer semestre de este año se destinaron a las manufacturas 9,445 millones de dólares, 26% más que el mismo periodo de 2021, una evidencia de que están llegando empresas e inversiones, aunque más por iniciativa propia que por voluntad gubernamental.
Pero conviene moderar las expectativas pues no todas las compañías terminarán recalando en el país; un buen número se marchará a naciones del sudeste asiático que constituyen casos exitosos de industrialización y producción en masa como Vietnam, Singapur o Corea. Otro elemento para tomar en cuenta es el reciente pronóstico del FMI sobre el bajo crecimiento en EU el próximo año (1%), que ya muestra indicios de desaceleración y caída de la demanda.
En su más reciente reporte sobre las economías regionales, el Banco de México destaca que “la reconfiguración de la producción global es un proceso costoso que será paulatino ya que el diseño de las redes productivas requiere tiempo y recursos”. La considera una decisión costosa pues involucra la construcción de fábricas y el establecimiento de nuevos vínculos con proveedores que puede resultar difícil debido a los requerimientos especializados y altos estándares de calidad.