Hermoso trato al cliente. Empezamos bien. Ya estaba cansado por la espera y me parecía una pena echar a perder el esfuerzo de haber ido hasta ahí. De modo que, contra mi comportamiento habitual, me dispuse a esperar la pospuesta apertura.
Estaba allí parado revisando mi teléfono celular y tuve una epifanía. Empecé a escuchar en mi mente decenas de conversaciones que mantuve con líderes a los cuales se les promete la promoción o el incremento salarial pero siempre amanece un "pero" preñando la oportunidad con una demora.
"Tal vez, mañana" es el sobrenombre de esta estrategia milenaria que sigue dando rédito. No falla porque el mañana parece quedar cerquita, pero siempre hay un mañana del mañana.
Los padres solemos ser revendedores de este producto: “si te portas bien hoy, la semana que viene podrás ir a lo de Juan a jugar.” Seamos sinceros, a veces prometemos irrealidad.
En las compañías, "ya va a llegar" es la contraseña que busca comprar tiempo y abaratar costos. "El próximo trimestre puede ser que te lo consigamos dar".
Los días y meses aparecen tachados en los calendarios por directores y mánagers que desean que se cumplan promesas vaporosas que sólo se distancian hasta perecer imperceptiblemente como burbujas de jabón.
"Quizás si traes una oferta pueda servir para hacer presión más arriba", es la coordenada que emerge en compañías de muy diverso tamaño y variopintas industrias.
Sí, claro. Además de aguardar hay que presionar. Si sale cara, pierdes tú; si sale cruz, gano yo.
Lo majestuoso es que este proceso es super democrático: lo padecen todos los niveles jerárquicos. El sometimiento del futurible ascenso aplana todas las voluntades y funciona como una buena crema reductora de egos. Las pompas etéreas no discriminan a nadie, precarizan a todos.
Todas las palomas sufren la promesa de un ser más elevado en la estructura que les lanza su maíz imaginario. Las palomas hambrientas y creyentes sueñan y comen la nada. Humo para hoy, hambre para mañana.
La fe y la ilusión es lo último que se pierde. Esas promesas tocan una fibra poderosa que llevamos los seres humanos dentro. Deseamos creer. Necesitamos creer. En parte, porque estamos convencidos de que lo merecemos. En parte, porque queremos recibir el pago de esa deuda que nos deben. Y, como en los sorteos de la lotería, el pozo a cobrar se hace cada vez más grande.