La UDI fue una salida apurada y precipitada, que pretendió quitar el reflector sobre las tasas de interés, las cuales aún sufrían el embate de la crisis del año 94, sin embargo, únicamente difirió, e incluso acrecentó, el problema. Tarde o temprano el instrumento mostraría su perversa faz y sería condenado al abandono, claro, no sin dejar a muchos varados en el costoso referente.
Al formularse la iniciativa pronto se concluyó que el éxito del sistema podría descansar, bien, en la rentabilidad del activo de reserva; en un esquema de metas ponderadas periódicas; en un esquema de amplios derechos de seguimiento y reclamo del ahorrador; en un modelo de incentivos y sanciones al administrador, o, en una combinación de todos ellos. En México, por presión de diversos agentes financieros, se decidió transferir todo el riesgo al ahorrador, bajo un sistema de selección de riesgos acotado por la autoridad, centrado en límites al activo de reserva.
A fin de siglo, muchos acreditados, bajo el saliente esquema de autofinanciamiento, habían visto perder importantes sumas que habían aportado para adquirir bienes de consumo duradero, al no poder seguir cubriendo mensualidades. Ello sucedió, dado que las autoridades mexicanas permitieron encubrir, en una pena convencional, la salvaguarda de quienes habían armado un esquema que ineludiblemente se desfondaría ante un ajuste brusco de las variables financieras.
Llegado el problema, los recursos perdidos por quien no pudiera mantener el pago de la cuota, permitiría rescatar al administrador del fondo. Al construir el sistema de retiro se adoptó un mecanismo similar, en el que el ahorrador queda prácticamente inerme.
Al terminar el siglo XX existían pocos títulos cuya rentabilidad y estabilidad pudieran construir un caudal que permitiera pagar pensiones que recompensaran el esfuerzo hecho por el constructor del fondo personal. Lo cual, en realidad resulta secundario, dado que, aun existiendo, es la habilidad del administrador lo que hace la diferencia. Aun así, el esquema se basó en un poco efectivo mecanismo de selección de activos de reserva.
Se trata de un negocio que tiene como clientela a personas con escaso nivel de sofisticación financiera, por lo que, el haber hecho que la elección de la afore fuera total responsabilidad del trabajador, quien pocos elementos de valoración tiene a su alcance, ha derivado en costosas inercias, cuya imaginaria capacidad de optar se topa con que solo encuentra a prestadores del mismo o similar perfil de éxito.