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Al terminar el siglo XX existían pocos títulos cuya rentabilidad y estabilidad pudieran construir un caudal que permitiera pagar pensiones que recompensaran el esfuerzo del constructor del fondo.
sáb 28 enero 2023 12:02 AM
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La perversa combinación de retiros anticipados, minusvalías y el poco cuidado que la autoridad puso a lo largo de los años en construir un modelo que eliminara a los menos eficientes, rinde magros frutos, señala Gabriel Reyes.

(Expansión) - Estamos a un lustro de que el sistema de administradoras de fondos para el retiro cumpla el ciclo de 30 años, permitiendo establecer una clara comparación entre sistemas de retiro. Nuestro análisis debe apuntar al eje operativo del esquema, la habilidad del administrador.

En el viejo esquema, el respaldo se basó en un garante de última instancia, en tanto que, en el armado con administradoras de fondos, descansa en trasladar el riesgo al beneficiario. Los funcionarios públicos ponderaron en 1997 un modelo aún inmaduro, que se pensaba daría buenos frutos, el chileno, de donde se tomaron dos instrumentos que cambiaron radicalmente el entorno financiero nacional, las UDIS y las conocidas como Afores.

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La UDI fue una salida apurada y precipitada, que pretendió quitar el reflector sobre las tasas de interés, las cuales aún sufrían el embate de la crisis del año 94, sin embargo, únicamente difirió, e incluso acrecentó, el problema. Tarde o temprano el instrumento mostraría su perversa faz y sería condenado al abandono, claro, no sin dejar a muchos varados en el costoso referente.

Al formularse la iniciativa pronto se concluyó que el éxito del sistema podría descansar, bien, en la rentabilidad del activo de reserva; en un esquema de metas ponderadas periódicas; en un esquema de amplios derechos de seguimiento y reclamo del ahorrador; en un modelo de incentivos y sanciones al administrador, o, en una combinación de todos ellos. En México, por presión de diversos agentes financieros, se decidió transferir todo el riesgo al ahorrador, bajo un sistema de selección de riesgos acotado por la autoridad, centrado en límites al activo de reserva.

A fin de siglo, muchos acreditados, bajo el saliente esquema de autofinanciamiento, habían visto perder importantes sumas que habían aportado para adquirir bienes de consumo duradero, al no poder seguir cubriendo mensualidades. Ello sucedió, dado que las autoridades mexicanas permitieron encubrir, en una pena convencional, la salvaguarda de quienes habían armado un esquema que ineludiblemente se desfondaría ante un ajuste brusco de las variables financieras.

Llegado el problema, los recursos perdidos por quien no pudiera mantener el pago de la cuota, permitiría rescatar al administrador del fondo. Al construir el sistema de retiro se adoptó un mecanismo similar, en el que el ahorrador queda prácticamente inerme.

Al terminar el siglo XX existían pocos títulos cuya rentabilidad y estabilidad pudieran construir un caudal que permitiera pagar pensiones que recompensaran el esfuerzo hecho por el constructor del fondo personal. Lo cual, en realidad resulta secundario, dado que, aun existiendo, es la habilidad del administrador lo que hace la diferencia. Aun así, el esquema se basó en un poco efectivo mecanismo de selección de activos de reserva.

Se trata de un negocio que tiene como clientela a personas con escaso nivel de sofisticación financiera, por lo que, el haber hecho que la elección de la afore fuera total responsabilidad del trabajador, quien pocos elementos de valoración tiene a su alcance, ha derivado en costosas inercias, cuya imaginaria capacidad de optar se topa con que solo encuentra a prestadores del mismo o similar perfil de éxito.

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El que tomó la arriesgada apuesta lo hizo con cargo a la calidad de retiro al alcance de los trabajadores. Sí, todos ganan, menos el ahorrador. Son aún insuficientes los intentos para fortalecer la capacidad de reclamo del ahorrador, de manera individual o colectiva, dado que la autoridad rehúye, a toda costa, el tener que “rescatar” o relevar al administrador, por lo que se ha mantenido una trayectoria que lleva a pensiones raquíticas.

La perversa combinación de retiros anticipados, minusvalías y el poco cuidado que la autoridad puso a lo largo de los años en construir un modelo que eliminara a los menos eficientes, rinde magros frutos. Lamentablemente, hubo hasta contubernio en la canalización de algunos fondos, sin que hubiera sanciones relevantes, permitiéndose, además, el cobro de comisiones sin ligarlo al éxito de la gestión.

Nota del editor: Gabriel Reyes es exprocurador fiscal de la Federación. Fue prosecretario de la Junta de Gobierno de Banxico y de la Comisión de Cambios, y miembro de las juntas de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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