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Bienestar y deporte. La responsabilidad de ayudar y formar

El deporte apoya la correcta formación del carácter humano, la sensibilidad hacia el logro de los demás y ayuda a templar las voluntades, superándose a sí mismo.
sáb 01 abril 2023 07:00 AM
Bienestar y deporte. La responsabilidad

(Expansión) - En 2020 las estimaciones sobre el valor financiero de la industria del deporte fueron de 824,100 millones de dólares; esta realidad muestra elementos para reflexionar sobre el dilema de su mercantilización y, en consecuencia, su banalización, contrario a la promoción valores y virtudes.

En la actualidad el deporte como actividad humana se ha trasformado de ser un instrumento para elevar la moral de los hombres, a un instrumento que prioriza la rentabilidad financiera a través de controlar artificialmente las competiciones y el entrenamiento. La excesiva mercantilización del deporte ha empujado a los deportistas a romper sus propios límites a cualquier precio, olvidándose del impacto psicosocial positivo atribuido a su práctica deportiva diaria.

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En este sentido, el filósofo Gilles Lipovetsky señala que en el siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX los deportes se concibieron como un deber del hombre hacia sí mismo que lo aleja de la molicie y perfecciona sus facultades corporales.

El deporte apoya la correcta formación del carácter humano, la sensibilidad hacia el logro de los demás y ayuda a templar las voluntades, superándose a sí mismo.

Amplios sectores de la población prefieren las grandes hazañas deportivas, lo cual deja al descubierto un fenómeno superficial que, con frecuencia, revela la manera en la que la sociedad actual se relaciona con el deporte.

La práctica deportiva debe concebirse como la realización libre y plena de una actividad física sustentada en un actuar ético, es decir encontrar como fin último al hombre, en donde la voluntad y el autocontrol definen al hombre virtuoso.

El deporte bajo esta concepción apoya la búsqueda del bien común, pues implica el cuidado y goce de ciertos bienes que sólo pueden ser alcanzados mediante la disciplina, el esfuerzo y la cooperación con los demás.

La formación en la niñez requiere que el deporte recupere su esencia formativa, que, les prepara también a través del valor de trabajo continuo, la consistencia, la disciplina y el gozo a través de la armonía entre los bienes materiales efímeros y los bienes para la realización ética del hombre; el deporte forma a la persona a no huir de las ocasiones de fracaso, por el contrario, lo vuelve ágil, desprendido, libre y fuerte para enfrentarlo.

Según el estudio Changing Childhood realizado en 2019 por UNICEF y Gallup, en 21 países uno de cada cinco jóvenes de entre 15 y 24 años afirmó que a menudo se sentía deprimido o tenía poco interés por hacer planes. Hay millones de niños que han tenido que abandonar sus hogares por obligación, marcados por el conflicto y otras graves adversidades, y desprovistos de acceso a educación, protección y ayuda.

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El deporte apoya la correcta formación del carácter humano, la sensibilidad hacia el logro de los demás y ayuda a templar las voluntades, superándose a sí mismo.

Sin embargo, la actitud competitiva y de alta tensión, "ganar a todo costo", que se fomenta en algunas escuelas, sobre todo en los niveles de educación primaria y secundaria, afecta el modo y la forma en la que los niños y las niñas viven el deporte, creando un ambiente poco saludable.

En el ámbito de la responsabilidad social empresarial (RSE), este podría ser un llamado a la participación de las empresas cuya filosofía y valores les permita enfocar sus capacidades de RSE a abordar el fomento de la práctica deportiva como un elemento fundamental para promover la buena salud mental en la niñez.

La American Academy of Child and Adolescent Psychiatry señala que los deportes ayudan a los niños a adquirir destrezas físicas, a socializar, a divertirse, a aprender a jugar formando parte de un equipo, y a desarrollar la capacidad para lograr éxitos en la vida. Las lecciones aprendidas por los niños mientras participan en los deportes darán forma a los valores y al comportamiento en su vida adulta, en aspectos como: reconocer la necesidad de apoyo emocional y realimentación positiva, aprender a manejar las decepciones ante la derrota, y comportarse virtuosamente cuando alcanza el éxito.

El deporte no solo debe ser visto como negocio, pues su fin verdadero es apoyar el desarrollo de las más altas cualidades morales, favorece la confianza de uno mismo al permitir el aprendizaje del deber, del espíritu de equipo, del orgullo del cuerpo y de la libertad de acción, lejos de todo condicionamiento del entorno.

Uno de los aspectos en donde la actividad deportiva influye es en el autoconocimiento de la persona, el cual es uno de los primeros deberes del hombre justo, pues de este conocimiento se derivará la conciencia propia de su relación con el mundo a través de sus acciones.

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El hombre que no se conoce, no conoce sus capacidades de entendimiento, por lo tanto, vive condenado a guiarse por la opinión o tutela de los demás, dominado por la ambición de alcanzar el éxito, el prestigio y la gloria humana a toda costa. A esta realidad Kant lo llama un estado de inmadurez.

Los valores asociados a la práctica deportiva representan las virtudes que toda empresa debiera estar interesada en transmitir y explican por qué deporte y Responsabilidad Social Empresarial (RSE) pueden formar un binomio perfecto.

Nota del editor: Juan Alberto González Piñón es Director Corporativo de Innovación y Transferencia de la Universidad Panamericana. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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