La cantidad de dinero que las firmas de capital de riesgo inyectan en las empresas de Silicon Valley es astronómica.
En una tendencia a la que la firma de analistas CB Insights se refiere como "foie gras'ing", el número de rondas de financiación de Silicon Valley que recaudan más de 100 mdd se triplicó entre 2017 y 2019, y las principales empresas como Uber a menudo atraen miles de millones de dólares en pre inversión de salida a Bolsa.
Si bien es cierto que las empresas emergentes necesitaban atraer inversión con rapidez para establecer una posición dominante en el mercado, también es cierto que inundar con efectivo a esas compañías, e incluso trasladar ese flujo de capital hacia los usuarios a través de precios artificialmente bajos e incentivos generosos, no siempre logra eliminar a la competencia, ni justificar sus valuaciones estratosféricas.
Recaudar más capital en rondas cada vez más grandes no debe ser una parte esencial de la fórmula del éxito.
Esta forma de crear valor no es lo que necesita el mercado y mucho menos si se refiere a mercados como el mexicano.
Lo deseable es fomentar el surgimiento de empresas que hayan lanzado un producto al mercado y puedan demostrar que ese producto es precisamente lo que quiere el mercado y que por lo tanto necesitan dinero para escalar; esa es la clave al momento de buscar capital.
En una época donde los nuevos productos y servicios se construyen rápidamente combinando piezas de hardware y software, cada vez más aparentes innovadores, han conseguido recibir valuaciones de miles de millones de dólares en un tiempo récord. Esas valuaciones “unicornio” no parecen basarse en ningún fundamento de inversión, sino en el mero fervor de los primeros usuarios y en la promesa de los futuros ingresos.
El éxito lo dictamina el mercado, es difícil saber cuándo, pero no te lo van a dictar tus mentores, no te lo va a decir un inversionista, no te lo va a decir un experto en la industria, no te lo van a decir las tendencias, te lo va a decir el mercado.
Sin embargo, también vale la pena señalar que, en países como México, el monto de inversiones requerido para el desarrollo de un nuevo producto o servicio que prometa impulsar la progresión tecnológica y social, a menudo es inadecuado si se habla de producir invenciones monumentales que cambian el juego.
En el país, el acceso de las nuevas empresas de base tecnológica al capital aún es difícil debido al carácter conservador del sistema bancario tradicional, naturalmente contrario al financiamiento de intangibles. Esta situación refleja una falla sistémica que obstaculiza el arribo de nuevas soluciones tecnológicas al mercado.