(Expansión) - El desarrollo de la ‘tecnociencia’, la multiplicidad de sus campos de aplicación y la vertiginosidad de sus cambios, ha provocado durante la segunda década del siglo XXI lo que muchos denominan la Cuarta Revolución Industrial. Esta revolución 4.0 viene acompañada del desarrollo de campos transdisciplinarios como: Nanotecnología, Mecatrónica, Telemática, Robótica, Biotecnología, Inteligencia Artificial, Tecnología Digital, entre otras; campos que se complementan o vinculan para nuevas aplicaciones y ámbitos de desarrollo.
Los desafíos educativos ante la Inteligencia Artificial
En el caso de la Inteligencia Artificial (IA), estamos ante un segundo auge. A partir de 2010, los smartphones le dan un salto muy importante a los móviles y la incorporación mejorada año con año de Alexa, Siri y Asistente Google daban muestra de lo que podría continuar. Lo mismo con el desarrollo y uso de chatbots o bots simplemente, los cuales se han generalizado en las redes sociales para crear tendencias, incluso, para influir en las decisiones políticas de un segmento de la sociedad, como sucedió con el triunfo de Donald Trump en el 2016.
Ahora bien, el subcampo de la AI más conocido y puesto de moda es el Aprendizaje Automático (Machine Learning), el cual consiste en el uso de algoritmos para identificar patrones en grandes almacenamientos de información y pronosticar resultados probablemente estadísticos. ChatGPT de OpenAI, Bard de Google y Sydney de Microsoft son ejemplos de este tipo de IA.
Existen vacíos, retos y problemas que la IA conlleva y que tenemos que afrontar; aspectos legales y normativos que urgen atenderse o prever, igual que los aspectos políticos, éticos y, por supuesto, los educativos, escolares, didácticos. En este caso se requerirá una política educativa integral dirigida a la formación docente, no solamente una actualización tecnológica, sino una formación en los aspectos medulares de la sociedad, cultura y la subjetividad que van a ser modificados por la incorporación de estos avances a la vida cotidiana y que generarán transformaciones inéditas.
Para los que estamos en la docencia, estos avances tecnológicos nos ponen en la tarea de conocer diferentes campos del conocimiento y, la tecnología, saber a mayor profundidad sobre nuestras áreas de formación profesional; en general, a tener un gran manejo de la información (discernimiento, jerarquización, análisis, comprensión e interpretación). Estos son aspectos medulares en la formación docente que toda política educativa debe considerar.
Noam Chomsky, Ian Roberts y Jeffrey Watumull (23-04-2023), dos lingüistas y un experto en IA respectivamente, dicen que programas como los mencionados han sido elogiados como si se tratara del cumplimiento de una profecía, donde las mentes mecánicas superan a los cerebros humanos tanto cuantitativa como cualitativamente.
Sí, estos programas, como ChatGPT, pueden ‘crear’ textos, composiciones musicales, imágenes, pinturas, entre otras monerías, lo cual ha desatado una tormenta de opiniones que oscilan entre el triunfalismo y el escándalo. Medios de comunicación y espacios académicos se han dedicado a explicar o sus beneficios, alcances y magnificencia o los riesgos, reemplazos humanos, posibles conspiraciones y la definitiva guerra entre las máquinas con IA y los humanos.
Quizá ese día llegará -dicen Chomsky, Roberts y Watumull (2023)- pero aún no, muy “al contrario de lo que se lee en titulares hiperbólicos y de lo que se calcula mediante inversiones insensatas”. Superar la inteligencia humana no es posible aún y no será posible si “los programas de aprendizaje automático como ChatGPT siguen dominando el campo de la IA. Resulta a la vez cómico y trágico, (…) que se concentren tanto dinero y atención en algo tan insignificante, algo tan trivial comparado con la mente humana”. (Chomsky, et. al., 2023) En definitiva, la IA ni es una panacea, ni es el principio de la dominación maquinal -quizá eso ya sucedió desde tiempo atrás, pero no de la forma que nos imaginamos. Lo que sí queda claro es que se debe conocer y comprender para evitar maniqueísmos absurdos o fantasías estrambóticas.
Hace unas semanas escuchaba decir a una experta de la IA aplicada a la educación que ChatGPT y sus similares son una mera herramienta y que todo depende del uso que le demos; luego, en esa misma plática, escuchaba la alarma de algunos de los asistentes con respecto a la posible toma de conciencia de la IA y la consecuente dominación sobre el humano. Y ese es el punto, no es ni una cosa ni la otra.
Tampoco podemos decir que es como un martillo o un desarmador el hecho que la IA tenga el acceso o no a ciertas bases de datos, que tenga ciertos algoritmos y no otros, que se le haya diseñado y programado con un código u otro para resolver ciertos problemas y limitada a resolver otros. Todo eso implica una matriz epistémica e ideológica y por supuesto un sesgo en cuanto a sus resultados en general. Hemos visto cómo puede hacer meras generalizaciones ramplonas o uso de información falsa, lo cual sí es peligroso.
La IA no nos superará mientras nuestra formación sea proporcional a los avances que estamos presenciando so pena de poner en evidencia nuestra displicencia, nuestra falta de formación y la carencia de políticas educativas acordes a los cambios por venir.
Por eso es importante comprender a fondo el funcionamiento de la IA, sus límites y potencialidades reales y los dilemas que conllevará, esa es la tarea hoy antes de levantar los brazos al aire en señal de triunfo y júbilo o de mesarse los cabellos y arrancarse las vestiduras como si de un apocalipsis se tratara. Esta es la tarea y el gobierno tendría ya que tomar parte.
Nota del editor: Jorge Luis Paz Vázquez es docente de la Licenciatura en Pedagogía e Innovación Educativa de la Universidad Intercontinental (UIC). Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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